Bertrand Russell, en un pasaje que no le merece («On History», Philosophical Essays, 1966), sostiene que «sólo el pasado es inmutable y que sólo lo muerto existe plenamente, dada su desvinculación del Tiempo». Entiendo que Russell se equivoca, ya que la experiencia demuestra que todo pasado remembrado, vive merced a un presente que lo recuerda y, por tanto, tergiversa. No declararé que mi historia es fiel reflejo de lo ocurrido, por tanto, ni pretenderé decir que he sido imparcial y objetivo, pues ello implicaría desconocer mi naturaleza, e ignorar que la posesión de una conciencia implica la imposibilidad de la omnisciencia. Los hechos ocurrieron, y como hechos históricos ya son inmutables; no así su exposición y recreación, donde interviene esa imaginación que es «la gran unificadora de la humanidad», como declaró el desprendido George Santayana en su momento (Interpretations on Poetry and Religion, 1900).
Hace un año, el destino obligó a un hombre a identificarse, como, en algún momento de la vida, todos somos llamados a hacerlo. Volvía de su trabajo cuando le asaltaron en una esquina lacerantes gritos de pánico; arrojado en la escena del latrocinio, lo hirieron aquellos odiosos ojos del agresor que arrastraba a aquella mujer indefensa hacia las tinieblas de un portal de pesadilla. En el instante infinito de aquel momento desgarrador, la hombría de aquel hombre pugnó por cumplir con su destino, que hubiera sido la lucha y (casi con total seguridad a tenor del resplandor de aquel puñal) la muerte; prefirió vivir, aun bajo la forma del otro, del cobarde. Se dijo que se marchaba en busca de ayuda. La mujer desapareció sin dejar rastro a la zaga del olvido.
Dos meses después se enfrentó decididamente al espejo que duplicaba a su vil suplantador; seguro que masculló que aquel cobarde no merecía la existencia, por lo que no temió, esta vez, afrontar el destino y dispararle en la cabeza. Aventuro otra hipótesis menos grata en aras de la completitud: que el disparo lo efectuó el otro, el cobarde, para librarse de los remordimientos que le causaban los recuerdos del aguerrido y honesto; el hecho de que el espejo ensangrentado se desgarrase en dos, posibilita, metafóricamente, ambas teorías.
La prensa, al día siguiente, declaró que un hombre de cuarenta años se había suicidado debido a una depresión, lo cual, aunque no es falso, sí supone, en mi opinión, ofrecernos la fatuidad de una común causa próxima (i.e. la depresión por la que se quitó la vida), sin haber bosquejado, siquiera mínimamente, la sorprendente y más insondable causa eficiente (i.e. recuperar su identidad frente al suplantador). Aquel hombre, acepto lo absurdo de la paradoja, se quitó la vida, pero no se suicidó. Fue un homicidio premeditado y vengativo, sin duda; un suceso lamentable que se habría evitado, huelga decirlo, si hubiera sido capaz de olvidar que había huido aquella noche deshonesta.
No cabe duda que muchos hombres, si no olvidaran sus infamias, no se enfrentarían a los espejos: no se reconocerían.
Copyright © | Ricardo Mena Cuevas, 2007 |
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Por el mismo autor | |
Fecha de publicación | Junio 2007 |
Colección | Fabulaciones |
Permalink | https://badosa.com/n283 |
Me parece, como siempre en un relato de Ricardo Mena, profundo y muy bien escrito. Es un genio.
Ricardo Mena es un gran escritor. Su juventud nos muestra que tenemos a un gran autor con mucho recorrido y mucho por recorrer, y eso es bueno y me agrada. Mucha suerte.
Un relato sugerente, bien escrito, redondo. Sin nombres propios, cualquier individuo y todos. Es la pugna de los ángeles de Alberti, del hombre bipartido, de Caín y Abel. La imaginación y la memoria, siguen haciendo girar al mundo... dentro y fuera de la ficción.
Conciso y profundo, dos adjetivos que hoy día es difícil encontrar en la literatura contemporánea. En cuanto a la historia, comentar que al final se imponen (paradójicamente, eso sí) la cordura y la valentía, frente a la inicial postura cobarde del protagonista.
Sublime (Del lat. sublimis). 1. adj. Excelso, eminente, de elevación extraordinaria. U. m. en sent. fig. apl. a cosas morales o intelectuales. Se dice especialmente de las concepciones mentales y de las producciones literarias y artísticas o de lo que en ellas tiene por caracteres distintivos grandeza y sencillez admirables. Se aplica también a las personas. (Sin duda en este caso). Un abrazo brother!
El autor consigue que el lector se plantee los puntos y temas que va sembrando o salpicando en este relato: el tiempo como unidad constante, la valentía de una persona o uno mismo como verdugo de sí... Muy profundo.
Como todo lo que Ricardo escribe: genial. Felicidades,
Ricardo es, sin lugar a dudas, un apasionante y maravilloso escritor que trabaja con los elementos del lenguaje como sabe hacer todo buen artista. Así lo prueba este relato y otros muchos y muy buenos que ha publicado en diversos medios culturales, por citar uno, la revista alicantina Esencias que lo considera desde hace tiempo como una de sus mejores plumas.
La obra no justifica el elogio tan unánime y encendido de los comentarios. Es un relato correcto y nada más. No acabo de comprender a qué se debe tal abundancia y tal derroche, sobre todo si ocurre en una página donde textos de enorme calidad han pasado casi inadvertidos, al menos desde el punto de vista de los comentarios. Sorprendente acogida si no es fraudulenta.
¡Vaya! Me ha gustado mucho... Como siempre me haces pensar acerca de lo que escribes pero yo te agredecería que la siguiente vez intentaras utilizar un vocabulario más para "todos", más para "mí".
Comparto la opinión que firma Trinidad. Sé positivamente que Ricardo tiene buena madera y que a base de trabajo logrará pulirla y con ello hacer realidad el gran sueño de su vida: el de escribir y poder ser leído.
Ricardo escribe formidablemente. Su cabeza ve el pro y el contra de sus temas y argumentos y nos obliga a pensar y nos saca de nuestra torpe modorra habitual, por lo cual le felicito y le aconsejo siga esa faceta de investigador del alma humana.
El relato del sr. Mena me ha parecido elogiable, y más que nada la amenización con la que ha tratado un tema a priori bastante entresijado (el relato filosófico, puesto que esta ciencia no suele ser entretenida y menos aún si el objeto es abstracto) y ha sido ese mismo trato el que ha propiciado brevedad en espacio y esfuerzo de lectura.
También considero relevante señalar la manipulación del texto realizada por el sr. Mena de manera que nos sirve el fundamento de forma directa y fácilmente comprensible, algo inusual en este tipo de relatos, en el que los autores giran alrededor de la idea y parece que nunca se ateven a atacar, repitiendo sus pasos una y otra vez.
Muchas gracias y un cordial saludo.
M'ha agradat molt. Ja és sabut que sovint el pitjor que ens pot passar és haver de conviure amb nosaltres mateixos i les nostres inconfesables accions. Res no ensorra tant com això.
El relato es verdaderamente atrapante. nos hace pensar en el rostro que vemos todas las mañanas cuando nos lavamos la cara. ¿Cuántas circunstancias si bien no parecidas, nos encontramos a diario? Me refiero a cómo nos escondemos de nosotros mismos en casos tan simples como negarle una moneda a un chiquillo. O tal vez, ¿cuántas veces corremos a pedradas a perros que sólo buscan un amparo? Pensemos en las cobardías diarias,
Un relato profundo, que engancha al lector con una elegancia sublime en la escritura, que logra mantener la tensión y el suspense hasta el final de sus líneas. Es destacable que en los tiempos que corren, y con tantas publicaciones y tantos otros autores, después de 'leer' a Ricardo Mena, el lector se quede con ganas de más. Ello se debe, en mi modesta opinión, a la facultad innata del escritor para captar la atención y mantener la incógnita hasta la última línea de su relato. Todo ello barajado en una intelectualidad e inteligencia sublimes que sabe transcribir en su escritura. Todo un reto que el escritor logra en estas líneas y que muchos quisieran para sí.
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