Para conocer facetas ignoradas del hombre, un buen sistema consiste en colocar al examinando frente a situaciones inéditas y observar sus reacciones. Quiero decir: si yo llamo por teléfono y del otro lado de la línea me llega una voz que dice «Hola», esta experiencia carece de todo valor científico e informativo, pues el sujeto no ha hecho más que reaccionar de una manera rutinaria ante una situación igualmente rutinaria. De modo que no me sirve para averiguar aspectos ocultos de su personalidad.
¿Cómo saber, por ejemplo, si tal comerciante —todo amabilidad y sonrisas en el momento de mis compras— no sería capaz de estrangularme por una cuestión de moneditas? Lo mejor será, entonces, provocar las reacciones imprevisibles del hombre: éstas nos pueden enseñar muchas cosas.
Yo propongo unos pocos ejemplos.
1. Pago el exiguo importe de medio kilo de pan con el billete de mayor valor que haya en circulación, y me niego de plano a recibir el vuelto. Observo con atención la codicia del panadero, dispuesto a sacar ventaja de mi presunta demencia. Me retiro. Cinco minutos después vuelvo a presentarme en el comercio, ahora acompañado por un agente de policía, y acuso al panadero de no haber querido entregarme el vuelto. Estudio su ira ante mi mala fe: su desilusión ante el hurto frustrado. Temeroso, perplejo, balbucea incomprensibles excusas ante la mirada suspicaz del policía, quien, desde luego, descree que alguien se niegue a recibir tan cuantioso vuelto. Me entrega humildemente el dinero faltante y yo declaro con magnanimidad que prefiero dar por concluido el desagradable episodio. El agente, un poco defraudado, dice «Como usted guste». Contemplo con fruición el inmenso alivio que gana el rostro del panadero...*
2. Invito a cenar en casa a un amigo mío. Cuando se presenta, le impido la entrada, con la acusación de haberme quitado —doce o catorce años atrás— una novia de la que yo, por supuesto, estaba perdidamente enamorado. Observo su asombro (sólo hace unos pocos meses que nos conocemos), sus dudas (¿acaso yo no sería aquel que...?), su escarnio, su cólera...
3. Subo al colectivo, digo «A tal parte». Cuando el chofer —que sólo tiene ojos para el tránsito— abre la mano para recibir el dinero, deposito entre sus dedos una torre de ajedrez y un ramito de perejil. La pregunta es: ¿cómo interpretará el colectivero —persona de nervios habitualmente inestables— esta enigmática ofrenda?
4. Viajo a Mar del Plata, me hospedo en uno de los más lujosos hoteles. Apenas me dejan solo, saco la cama al pasillo y duermo allí una siesta reparadora, especialmente merecida después de tan cansador viaje.
5. Entro, ganzúa mediante, en una casa cualquiera, cuando sus dueños se hallan ausentes. Los espero: plácidamente sentado, fumando, bebiendo whisky, mirando televisión. Llegan los sujetos y entonces los increpo con dureza, los amenazo con el puño, les digo «Señores, ¿cómo han osado ustedes entrar en mi casa?», desatiendo sus explicaciones, o las atiendo (es lo mismo), les exijo me muestren el título de propiedad de la casa, no les permito abrir el cajón donde ridículamente afirman que el título se encuentra, ya que tal cajón es parte inalienable de tal mueble, que, a su vez, es parte inalienable de mi casa y, en consecuencia, mal podría contener el título de propiedad de una casa de personas desconocidas, sospechosas y acaso delincuentes y miembros conspicuos del hampa, etcétera, etcétera.
6. Conozco a una muchacha remilgada, más bien tonta y supongamos que bastante bonita. La invito a salir, le declaro mi amor, me convierto en su novio y llega la fecha de nuestro compromiso, cuya fiesta tiene lugar en su casa. Hay un brindis. Hay otro brindis. Sobreviene, por fin, el esperado momento en que el novio —muchacho modosito, si lo hay— ofrecerá a su prometida el hermoso regalo sorpresa de que tanto se ha venido hablando. Con una sonrisa de amor y de felicidad le entrego un paquete de dimensiones considerables. La novia tantea su peso, que le parece grande. La curiosidad más viva se apodera de los presentes. Todos hacen ronda y las mujeres se apretujan en torno de la novia dichosa. Vuela el elegante papel de envolver, vuela el moño con que está adornado. Surge ahora una fina caja forrada en gamuza negra. «¡Una joya valiosa!», piensa mi novia, y ese destello de codicia que advierto en sus ojos me justifica por anticipado. Sus dedos se precipitan a accionar el cierre automático. La tapa se alza con un brusco pero afelpado sonido, y, entre los ebúrneos brazos de mi novia, se desliza sinuosamente, en busca de su libertad, una bella, multicolor, alegre, venenosísima víbora de coral.
7. Espero que el gerente de la empresa donde trabajo se halle en su alfombrado e impresionante despacho conversando con un nuevo cliente, quien está a punto de concertar una compra por cifras siderales. Golpeo tímidamente con los nudillos en la puerta; oigo «Adelante»; entro con paso discreto y pudoroso; digo, con una sonrisita recatada, «Permiso, señor»; me dirijo al imponente armario, lo abro y orino torrencialmente sobre carpetas, libros, útiles, contratos, documentos y papeles que se juzgan importantes o no.
Claro que hay también algunas variantes más sencillas, que lego a quienes aún carezcan de la suficiente práctica y quieran iniciarse en esta cruzada psicológica. He aquí unas cuantas:
Decirles piropos apasionados y aun eróticos a miembros del Ejército de Salvación, sin distinción de edad ni de sexo. Ocupar la balanza de la farmacia y quedarse todo el día allí, sin consentir que nadie se pese. Comprar doscientos gramos de salame, cortado bien pero bien finito; abrir el paquete y, con las rodajas hermosamente rojas, dibujar un corazón y escribir TE AMO en el mostrador de la fiambrería. Viajar, en el colectivo, sentado del lado del pasillo; esperar que el vecino, o la vecina, que necesita descender, diga «¿Me permite?»; contestarle, rotundamente, «No», y, en efecto, no permitirle pasar.
La cruzada psicológica causa ciertos desvelos (como toda cruzada), exige duros sacrificios (como toda cruzada), implica verse envuelto en serias dificultades (como toda cruzada). Pero, ¿qué significan estos inconvenientes, comparados con la deleitosa observación de las reacciones que la cruzada psicológica suscita?
Esto, al menos, es lo que yo imagino, pues —lo confieso— no soy más que un mero teorizador y es probable que nunca ponga en práctica mis ideas. Pero ustedes pueden —y deben— hacerlo.
El mundo de la provocación es siempre admirable, directamente emparentado con el humor más inteligente. Lo lamentable es su precariedad actual. Por tanto hay que recibir con deleite estas propuestas gallardas que tratan de escenificar "lo absurdo" para desordenar las mentes alojadas en esta sociedad colmenera y de progresivo "pensamiento único". Mi reconocimiento más caluroso para el autor de Una cruzada psicológica.
Es genial y divertido, lo cual ya es mucho decir, pero me gustaría ver cómo se las arregla con una novela más o menos larga, me gustaría de verdad.
(Esta opinión se refiere principalmente al relato Mera sugestión.) Entre la triple línea divisoria que circunda lo impredecible, lo demasiado obvio y lo absurdo. En ese punto sin dimensión se encuentra, para mí, este texto. Creo que ésa era la intención del autor. Un texto muy bueno. Una cruzada psicológica me encantó. El autor puede estar seguro que leeré más de su producción.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Fernando Sorrentino.) Pondero su imaginación aliada al sentido del humor, la gracia casi grotesca de Por culpa del doctor Moreau; en Lectura y comprensión de textos me hizo reír recordando las clases de Lingüistica y me arrancó la carcajada Una cruzada psicológica. No es éste el único mérito, toda la obra es un cruce de fantasía y realidad dejando el sabor de haber leído algo inteligente. Es un regalo para el espíriru. Gracias.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Fernando Sorrentino.) Creo que estamos ante un escritor carismático, fresco, que posee sin duda una prosa atrapante y que transmite de una forma muy clara la esencia del pensamiento propio de mi cultura.
Una vez más, gracias Fernando Sorrentino por divertirnos y recordarnos quienes somos!
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Fernando Sorrentino.) Los textos publicados aquí de Fernando Sorrentino son de excelente factura poética, originales y de aconsejable lectura.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Fernando Sorrentino.) Mr. Fernando Sorrentino is a master of words, ideas, grotesque and actuality.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Fernando Sorrentino.) Excelente manejo de los temas, con aire novedoso, atrapa al lector. Felicitaciones de parte de una venezolana que lo ha seguido, por casualidad, en otros sitios web donde ha publicado. Mera sugestión es un crimen perfecto del alter ego.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Fernando Sorrentino.) I think Fernando Sorrentino is one the great masters of satire in our time. I have translated some of his works into Farsi. I am an Iranian translator living in Tehran. I recommend to tell your friends to know him in his life time.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Fernando Sorrentino.) Un escritor que acude, que instala las voces que narran lo que creemos nuestra verosimilitud, como un adivino propietario de nuestra incredulidad. Además, ¡es alegre! Un abrazo para él, de parte de los alumnos de la Escuela Media 6 1º 4ª de Mar del Tuyú.
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