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«No veré sonreír tus ojos» y «Ahora» han sido incluidos en Antología impar, una selección de los mejores poemas de Badosa.com.

Desorden de lunas

Selección III

Clara Díaz Pascual
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QUÉ PÁNICO EN LA LUZ,
qué delgados y fríos los dedos
de la mañana, sin tu voz
emergiendo el mundo
por detrás de mi espacio.
Espera el día sin palabras
—pura tu energía creadora—,
que la pena termine de pasar por mi alma.
TE DORMÍAS FELIZ
como si el cielo
estuviera colmando tu frente
de bendiciones.
Yo velaba tu secreto
y sonreía.
No sé cuánto de mí
se fundía en tus abrazos,
ni qué parte de mi alma
se confundía en la tuya, pero
no renuncio
ni a la hora triste de la despedida
que destruyó mi alma.
No cerraré las manos
tendidas a tu cara triste,
ni borraré la sal
de tu llanto por mis dedos.
No amaré
como amé tu sonrisa,
ni viviré
con el alma entera.
Pero no voy a olvidarte,
aunque me duela
como una muerte
la ausencia.
TU AMOR.
Un dolor que nació sin mi permiso,
creció con mi tristeza
y se escribió en mis versos
sin que yo dijera nada.
Tu mirada
fundió mi voluntad en un vacío
cálido como el sueño,
sereno, como la brisa en el trigo,
profundo como un cielo imposible.
Tu voz encontró su eternidad en mis oídos
y mi vida se volvió inexplicable
cuando el cielo me arrancó de tu destino.
HE AQUÍ, AMOR, LA HISTORIA CONCLUIDA.
Todo debe volver a ser como era.
Horas complacidas
sin pasión, sin sobresaltos, sin esperas.
Ya no ocurre descubrir tu silueta en cada luna.
Los días transformaron en memoria
el caudal de palabras que dijimos,
que inventamos, para amarnos.
No conoceré más contigo la risa, el gozo,
el desarraigo, la distancia y el destierro.
Encontrarte parece un incidente,
y mañana es un vacío colmado por la ausencia.
La pena hiere mis ojos
si contemplo un cielo radiante,
demasiado
radiante.
No renuncia el aire a tu espacio deshabitado.
He aquí, amor, que todo debiera ser como era
antes de ti. Pero mis versos son una mirada
larga, serena, acaso involuntaria,
posada en tu realidad persistente.
NO VERÉ SONREÍR TUS OJOS
ni entreabrirse tus labios
al roce preciso
de mis dedos.
No tendrás, sobre tus suaves párpados durmientes,
el cobijo apacible de mi atenta mirada,
decidida vagabunda
de todos los paisajes.
No sentirás cautiva tu cintura
por el candente brazo, indudable presencia
de mi continuo girar en la órbita
de tus lunas.
La muerte es ya menos feroz que la ausencia.
Las palabras reveladas, todas las que enmudecieron
serán el nostálgico epitafio de aquella inútil creencia
en lo imperecedero.
PASEAN UN PENTAGRAMA
tus pies o tus manos, tu mirada
difusa.
Vuelan cinco líneas
al infinito, alas
con algún silencio, largo
de aliento y armonía.
Entonas en risas leves
y tiemblas
en hondos arpegios.
Tú, la música antigua
inscrita
con vino y ceniza
conventual y oculta,
en mi piel tensa.
AHORA
querría volverme hacia ti de nuevo.
O podría
llevar a tu encuentro a mi memoria.
Sacar tu nombre
del verdeoscuro cieno
de las playas de invierno.
Y dibujar mi cuerpo
en torno de la cálida silueta
que la Luna pone siempre
en el borde de tu sueño.
Vivir en la fragilidad de tus párpados
y viajar la desnudez de tu noche.
Enredar mi caricia y tus pestañas.
Desvelar
la íntima,
indecisa,
inesperada confusión,
de mi piel y tus labios. Y así,
hasta la suprema ignorancia,
hasta el límite del deseo.
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Copyright ©Clara Díaz Pascual, 1997-1998
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Fecha de publicaciónAgosto 2000
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