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La noche sobre Europa

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Livia Felce
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M-4 tank, Ft. Knox, Ky.  (LOC)

Hay una an­ti­gua ciu­dad cuyo ori­gen es un asen­ta­mien­to celta en el siglo IV aC. Una loma ro­co­sa en donde el río Da­nu­bio se une al río Sava. Era un punto es­tra­té­gi­co para vi­gi­lar el paso del norte al sur de los Bal­ca­nes, y de Asia hacia Eu­ro­pa. Los ro­ma­nos la bau­ti­za­ron Sin­gi­du­num, y allí le­van­ta­ron, sobre los vie­jos pi­lo­tes cel­tas, el cas­trum, an­te­ce­sor de la for­ta­le­za bi­zan­ti­na y más tarde de la turca, que pro­te­gía el cam­pa­men­to en sus via­jes de con­quis­ta; les per­te­ne­cía como pro­vin­cia ro­ma­na. Allí se re­po­nían hom­bres y bes­tias. Hasta que en el siglo V des­a­pa­re­ció con el paso de Atila. Luego la ocu­pa­ron los godos, olea­das de sár­ma­tas, os­tro­go­dos, cada uno in­cen­dian­do las cons­truc­cio­nes an­te­rio­res para bo­rrar ves­ti­gios de sus ocu­pan­tes y le­van­tar un nuevo asien­to. Hasta que en el siglo VI los áva­ros to­ma­ron la ciu­dad: tam­bién la des­tru­ye­ron, y con el fuego des­a­pa­re­cie­ron las ter­mas y los baños ro­ma­nos.

En el año 826 re­ci­bió el nom­bre de Bel­gra­do, bau­tis­mo de las tri­bus es­la­vas que la con­quis­ta­ron en lu­chas san­grien­tas; y este nom­bre, ya de­fi­ni­ti­vo, apa­re­ce en re­gis­tros del Va­ti­cano en 828. Pero no llegó la paz, por­que los es­la­vos de­bie­ron de­fen­der Bel­gra­do como for­ta­le­za fron­te­ri­za. Fue in­cen­dia­da cua­ren­ta veces y re­edi­fi­ca­da otras tan­tas. Cada de­vas­ta­ción im­pli­ca­ba no dejar ras­tros de lo an­te­rior. Por ahí tam­bién pa­sa­ron los cru­za­dos, y mu­chos de ellos de­ja­ban ruina y pi­lla­je en sus tra­ve­sías. Bel­gra­do sig­ni­fi­ca «ciu­dad blan­ca», y fue el rey ser­bio Dra­gu­tin quien en 1284 or­ga­ni­zó un in­ci­pien­te Es­ta­do Ser­bio. A su muer­te, el país cayó en manos de los hún­ga­ros; pero la re­cu­pe­ró Ste­fan La­za­re­vich, otro rey ser­bio, quien hizo de ella su ca­pi­tal y cen­tro del es­ta­do.

La in­de­pen­den­cia no du­ra­ría mucho: los tur­cos, al ganar en 1389 la ba­ta­lla de Kó­so­vo, tie­rra ser­bia, subie­ron hasta tomar Bel­gra­do des­pués de in­con­ta­bles lu­chas, y la ocu­pa­ron to­tal­men­te en 1521. Lle­ga­ron hasta las puer­tas de Viena; aun­que Aus­tria, más po­de­ro­sa, los re­cha­zó. En Ser­bia per­ma­ne­cie­ron más de qui­nien­tos años hasta la ba­ta­lla de 1912, cuan­do se fue­ron de­fi­ni­ti­va­men­te. Ape­nas una bo­ca­na­da de li­ber­tad: Ser­bia pron­to sería ocu­pa­da por el Im­pe­rio Aus­tro-Hún­ga­ro. En la li­be­ra­ción, Fran­cia fue su alia­da. La es­ta­tua al Ven­ce­dor, como ho­me­na­je al único país que se com­pro­me­tió en la de­fen­sa, se eleva en lo alto de lo que hoy es Ka­le­meg­dan.

Ka­le­meg­dan. Este enor­me par­que es la tie­rra en que se li­bra­ron tan cruen­tas ba­ta­llas, es el mi­ra­dor en la unión de los dos ríos. Aún per­ma­ne­ce ven­cien­do el paso de los si­glos, en el co­ra­zón de Bel­gra­do.

Bel­gra­do. Beo­grad. En esa ciu­dad nací.

Pue­den lla­mar­me Gas­tón. Mi her­mano será Bob, mi madre Da­nie­lle y mi padre Louis o Tata.

Son nom­bres su­pues­tos: la si­tua­ción es ries­go­sa para dar­nos a co­no­cer.

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Copyright ©Livia Felce, 2005
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Fecha de publicaciónAgosto 2006
Colección RSSNarrativas globales
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