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Fecundación fraudulenta

Episodio 50

Ricardo Ludovico Gulminelli
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—Doctor Burán, encantada de conocerlo —dijo Rocío—. Por supuesto, a esta altura tengo referencias suyas, usted ya lo sabe. He leído minuciosamente su versión de los hechos, ayer la analizamos con mi padre. Francamente, no quisiera desalentarlo, pero estamos frente a un caso dificilísimo. No quiero darle falsas esperanzas; en estas circunstancias, usted tendría que ser el lógico perdedor. Le formulo este planteo, porque no quisiera que usted contratara mis servicios sin conocer mi opinión. Los honorarios que yo facturaría no serían creo exagerados, porque usted estaría ya comprometiéndose a pagar diez mil dólares al titular del estudio, parte de los cuales, me corresponderían a mí. Es por eso que el análisis de la problemática que podamos efectuar aquí, estoy dispuesta a incluirlo en el presupuesto que aceptara ayer. Eso sí, cuando tenga que viajar a Mar del Plata, además del pasaje por avión y los gastos de estadía, cobraría quinientos dólares por cada día de permanecencia. Se me avisará antes de cada traslado con la debida anticipación, como para que pueda programar adecuadamente mi actividad en Buenos Aires. Creemos que con esta oferta, estamos considerando muy especialmente que se trata de un colega. Lo escucho...

—Estoy conforme —dijo Roberto—, ¿cómo desean que pague los diez mil?

—Cuatro mil ahora, o en unos días y el saldo en seis cuotas mensuales —dijo Bareilles.

—Mañana tendrá el anticipo —contestó Roberto.

—Bueno, doctor —continuó Rocío—, ya que hemos conformado las condiciones, seguiré explicándole. Sé que no le estoy diciendo nada nuevo, usted como profesional, habrá sacado sus propias conclusiones. Pero como es natural, espera de nosotros, que somos especialistas, un enfoque más preciso y objetivo. Le diré cuál es el panorama, a nuestro criterio. Estamos suponiendo que el hijo que está gestando Juana Artigas es realmente suyo, pero no estamos seguros... Para eliminar esta duda, sólo hay un camino: que usted se someta a las pruebas biológicas. Ahora bien, si efectivamente ese niño lleva sus genes, no vemos que usted tenga muchas posibilidades frente a una demanda de reconocimiento de filiación. En verdad, doctor Burán, le soy sincera, analizando ordenadamente los hechos, dentro del esquema jurídico clásico, casi se podría decir que no tiene defensa alguna.

—Bien —dijo Roberto exhibiendo una amarga sonrisa—, es como para que me sienta reconfortado, ¿qué debo hacer, suicidarme?

—Lo siento doctor —dijo ella—, debemos ser realistas. Es la única forma de enfrentar eficazmente esta situación. Es necesario aceptar, doctor Burán, que los estafadores que lo están presionando han planeado todo a la perfección. En la práctica, ¿cómo podríamos probar que la señorita Artigas ha sido inseminada artificialmente con su... digamos... semen? Comprenderá que es casi imposible, estos delincuentes han diagramado bien su plan. Aprovecharon que usted había tenido una cierta relación con esa mujer hace varios años. Con el evidente propósito de reforzar estos indicios, ella lo ha visitado durante la época de la probable concepción. Usted mismo, doctor Burán, nos dice en su misiva que personal de su estudio y gente que estaba en la sala de espera vio que ella salía de su despacho, arreglándose sugestivamente la ropa. Pensamos que esas personas serán ofrecidas como testigos por Juana Artigas, ya que esas conductas seguramente han sido premeditadas. Si Álvez declara además que usted reconoció la autoría del embarazo cuando fue a su consultorio ginecológico, sería muy difícil que una demanda filiatoria pudiera ser rechazada. No se nos ocurre cómo demostrar que le han tendido una trampa siniestra. Que quede claro esto, doctor: sobre este punto habrá que descargar toda nuestra energía, todo nuestro esfuerzo. Si usted negara su paternidad, seguramente la contraparte pedirá pericias biológicas. Su negativa a someterse a ellas legalmente se considerará como un indicio contrario a su posición. Esta presunción, sumada a los demás elementos que apoyan la versión de Juana Artigas, creemos sería definitoria. Casi podríamos afirmar que en esas condiciones, se acogería la demanda.

Burán seguía desalentado, pero alcanzó a interrogar:

—¿Y si la pericia fuera positiva?, ¿si se dictaminara que soy el padre?

—El juez no está obligado a seguir las conclusiones del dictamen pericial —acotó la doctora Bareilles—, pero para prescindir de él, se requiere cuando menos que se le opongan otros elementos no menos convincentes. La Corte Suprema de Justicia de la Nación, así lo ha decidido recientemente.

—O sea que necesitamos reforzar nuestra situación —dijo Roberto—, acreditar la falsedad de los dichos de Juana...

—Así es —dijo Rocío—, lamentablemente, doctor, en nuestro caso será muy dificultoso, improbable. Salvo la posible declaración de la señorita Sandrelli, no contamos con otra circunstancia que apoye su postura. Sabemos que esta joven ha estado vinculada a usted íntimamente... Su testimonio por ese motivo tendría un peso insignificante. Siguiendo estos lineamientos, debemos reconocer, doctor Burán, que no se advierten en nuestro caso, elementos serios que oponer a la pretensión de la señorita Juana Artigas. Ellos ofrecerán testimonios, presunciones, pruebas biológicas. Usted Burán, solamente su palabra, y quizás también la de una muchacha que fue su amante. Comprenderá que los jueces en nuestro caso estarán obligados a proceder razonablemente; no se podrán apartar de los datos científicos, de las mismas circunstancias, sin que existan otros elementos de juicio que lo permitan. En base a este análisis, resulta claro que en esta historia se avizora el final. No vemos cómo poder variar este lamentable cuadro de situación, salvo que...

—Sí, ¿qué? —dijo ansiosamente Roberto—, ¿existe alguna salida?

—Bueno, tal vez si pudiéramos de algún modo demostrar la maquinación fraudulenta... Es su única posibilidad, no vemos otra. Así y todo, aunque la probara, la cuestión no sería sencilla.

—¿Aun en ese caso? —dijo Burán—, ¿por qué?, si pruebo que no tuve sexo con ella, ¿qué culpa tendría yo? ¿Por qué sería responsable?

—No es tan sencillo —contestó Rocío—, fíjese usted que existe aquí un protagonista que, siendo inocente, está manipulado con bajeza. Me refiero desde ya al que aparentemente será su hijo, próximo a nacer.

Roberto bajó la cabeza, como golpeado por una maza.

—Cabe preguntarse qué solución tomará la justicia, ante el desamparo del menor —siguió explicando la abogada—, si permitirá que se lo califique como huérfano de padre, aún sabiendo que biológicamente lo es usted. En su defensa, podría decir que no puede ser responsable de actos que no ha efectivamente realizado. Han sido terceros los que utilizando ilegítimamente su semen, posibilitaron que se generara un embrión. Lo han hecho no solamente sin que usted lo consintiera, sino indudablemente en contra de su voluntad presunta. Nuestro derecho no les da efectos jurídicos a los actos realizados sin discernimiento, intención ni libertad. En nuestro caso, ni siquiera habría un acto de su parte. Efectivamente, la conducta que siguiera usted con la señorita Alicia Sandrelli...

Titubeó Rocío, comprendiendo que se internaba en un terreno privado, respecto del cual Burán estaba hipersensibilizado.

—Disculpe —expresó—, toco estos temas por necesidad, doctor Burán, lamento si le molesta...

—A esta altura, ya no me molesta nada, no se ponga limitaciones, por favor.

—Bueno —asintió la abogada—, estaba diciendo que usted tuvo relaciones con esta joven, sin que en ningún momento pensara en la posibilidad de tener un hijo, ni con ella ni con nadie... Es más, hasta utilizó un elemento anticonceptivo para que este resultado no se produjera.

Era claro que a Rocío Bareilles le resultaba incómodo referirse a situaciones tan íntimas. Pese a todo prosiguió:

—Ése fue el único acto que usted realizó, una relación de tipo... sexual, con la señorita Alicia Sandrelli. El de la concepción, la inyección de espermatozoides suyos en el útero de la señorita Artigas, fue efectuado por otra persona, suponemos que Álvez. Es más, es esencial comprender que de ninguna manera podría existir una relación causal entre un hecho y el otro. No es el curso natural y ordinario de las cosas que suceda lo que sucedió. Más claramente, podríamos afirmar que resulta imposible que acostándose con una mujer quede embarazada otra. A menos que haya maniobras fraudulentas, como en este supuesto. Al no existir técnicamente hablando, «un acto» de su parte, justo sería reconocer que tampoco deberían aceptarse consecuencias en su contra. Imputarle un hijo a una persona, es una de las más graves que pueden imaginarse. Bajo este enfoque, doctor Burán, podría concluirse que usted tiene la posibilidad de desobligarse, si prueba que Artigas quedó encinta gracias a la inseminación ilícita con sus espermatozoides. Si nos atenemos a este encuadre, reitero, el chico debería ser calificado de huérfano de padre. Este resultado, doctor Burán, indudablemente es doloroso desde el punto de vista moral, ya que ese bebé no pidió venir al mundo y desde luego, ninguna culpa pudo haber tenido.

—Indudablemente... —dijo apesadumbrado Roberto.

Demasiadas veces se había preguntado cómo sería ese niño, si se parecería a él, o si heredaría la maldad de su madre. Este inconciliable dualismo hacía que se imaginara a su hijo como un ángel... o como un demonio. Lo amaba y lo detestaba... pero en el fondo de su corazón, sabía que el cariño prevalecería sobre el odio. No lo quería hacer consciente; temía ser débil y dejarse arrastrar por sus impulsos afectivos. Sabía que eso le provocaría mucho dolor, pero sería inevitable. Ahora, lenta pero inexorablemente, despertaba su adormecida conciencia.

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónEnero 2001
Colección RSSNarrativas globales
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