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Fecundación fraudulenta

Episodio 25

Ricardo Ludovico Gulminelli
Tamaño de texto más pequeñoTamaño de texto normalTamaño de texto más grande Añadir a mi biblioteca epub mobi Permalink Ebook MapaMar del Plata, Playa Grande

Esteban Álvez le desprendió el botón superior de la pollera, y le ayudó a sacársela. Luego le quitó la bombacha y le colocó un camisón blanco, haciéndola recostar en la camilla.

—No te asustés, Juanita, voy a canalizarte, te inyectaré un poco de codeína. Es para que el útero se relaje, debo evitar que se produzcan espasmos.

En ese momento, al ginecólogo le pareció que la puerta del consultorio estaba levemente abierta. Molesto gritó:

—¿Quién está ahí?, ¿quién es?

Lentamente, fue asomando el rostro muy sonrojado de Estela Cáceres. Balbuceante, se disculpó reiteradamente. Ella amaba a Álvez sin esperanza.

—Perdone, doctor —no sabía que estaba aquí, solamente venía a buscar su recetario. Debía preparar una prescripción para la señora González, después se la iba a dejar para que la firmara. No había oído ningún ruido. Créame no fue mi intención molestar o escuchar lo que decían.

Casi al borde del llanto, la secretaria de Álvez no sabía qué más decir. Él se reía de su apasionamiento y la despreciaba.

Juana dijo en forma casi inaudible.

—Con ésta siempre hay problemas, no me puede ver, tiene tal calentura con vos que se mea encima. Ya me tiene podrida.

El médico interrumpió las palabras de la disgustada Juanita, diciendo:

—Bueno, Estela, ahora retírese por favor, le ruego que la próxima vez tenga más cuidado; ya ha sucedido esto antes. Recuerde que la privacidad es vital para un consultorio, ¡no se lo volveré a tolerar!, ¿quedó claro?

—Sí, doctor —dijo ella—, sin poder disimular la vergüenza que sentía al ser tratada tan ofensivamente. Cerró la puerta.

—Bueno, querida —dijo Álvez relajándose—, abrí las piernitas, quedate distendida. No pienses en nada. No va a ser tan lindo como un polvo, pero el resultado te gustará. Pensá que vas a engendrar un nenito, imaginate como será, tranquila, no te muevas, ¿te duele? ¿No?, bien, mejor así. Ten calma...

Álvez le introdujo un espéculo metálico, con el cual abrió su vagina, luego realizó una limpieza de sus secreciones vaginales, con bolitas de gasa estéril. Posteriormente, pinzó el labio inferior del cuello uterino de Juanita e introdujo una jeringuilla de inseminación dentro del cérvix.

—No te inquietes, Juani, todo está yendo bien. Te he introducido una cánula, ahora te estoy dejando semen en la cavidad uterina, por si acaso te dejaré también un poco en el fondo de la vagina y en el canal cervical. Estoy seguro de que nos está esperando un óvulo listo para ser fecundado. Esperá un poquito, te sacaré la pinza y el espéculo. ¡Ya está, ahora tenés que tener un poco de paciencia! te pondré una almohada bajo las caderas. Deberás quedarte en esta posición durante treinta minutos, no estás transpirando, tu pulso es normal, ¿sentís algo?

—Estoy perfecta.

—Me alegro —dijo Álvez—, evidentemente no existe ningún tipo de reacción anafiláctica al semen de Burán. He dejado en tu útero una buena dosis de espermatozoides. Es muy posible que tengamos suerte, tu temperatura es ideal y la fecha también. Para asegurarnos, mañana y pasado mañana volveremos a repetir esta operación, ¿entendido?

—Ya estoy en el baile, así que no puedo negarme, ¿cuándo sabremos si fracasamos?

—En unos días más. Tendremos que hacer análisis, pero no te inquietes porque tengo muchas dosis todavía. Lo único lamentable, sería el retraso ¡tendríamos que esperar que vuelvas a estar a punto, no sería tan grave después de todo...

—Claro, total el conejillo de indias soy yo, ¿no es cierto?

—No te quejes, para mí tampoco es fácil —acotó Álvez—, tenemos que ser perseverantes, mantener a toda costa el equilibrio y la tranquilidad. ¿De acuerdo?

—De acuerdo —expresó ella—, ¿pero estás seguro de que está bien conservado el semen?, ¡ojo eh! Mirá que no quiero problemas con el chico; si me ponés esperma en mal estado y nace un bicho ¡te mato!

—No digas boludeces, Juanita.

—¡Lo estoy diciendo en serio, che! ¿Estás seguro de que no existirán riesgos, no? ¿No podrá ser anormal el bebé?

—No hinches, te dije que no. Los espermatozoides están bien conservados, utilicé nitrógeno líquido y una sustancia crioprotectora. Estadísticamente se ha demostrado que estos nacimientos no tienen diferencias con los comunes. Lo único notable es que la inseminación artificial produce un mayor número de varones que de mujeres. Rarísimo, pero en un reciente Congreso de Esterilidad y Fertilidad, lo dijeron médicos norteamericanos y europeos; también se comprobó en estudios realizados en Cuba. Para tu tranquilidad te diré que no es común observar alteraciones de índole psicológica, ni en las madres, ni en los hijos. Claro que estas investigaciones se han hecho respecto de matrimonios, no es tu caso. Pero igual sirven... Te aclaro que ni siquiera se han provocado inconvenientes en el esposo, cuando la mujer es fecundada con semen de un donante. Como ves, todo está previsto. Bueno, querida, ahora te recomiendo que guardes reposo. Por unos días cuidate, no debés hacer fuerza ni ejercicios físicos. Yo te controlaré de cerca para ver cómo evolucionas.

Ella le dirigió una mirada tierna y llena de picardía...

—¿Y ahora?, ¿no tenés ganas de hacer nada?, te advierto que me siento motivada, ¿vos no? Recordá que no todas las vías están clausuradas, te dejo usar la que quieras.

—Me gustaría Juani, pero creo que tenemos que ser prudentes, no quiero que te alteres. En unos días podremos hacer lo que queramos. Vale la pena esperar. Mientras tanto, te invito a cenar a un restaurante del puerto, al que vos elijas, ¿qué te gustaría comer?

—¡Centolla! —dijo Juanita.

—¡Vale! —expresó Álvez, dándole un suave beso en la boca.

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónNoviembre 2000
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