—Pero Juani, vos me menospreciás, ¿creés que soy un improvisado?, permíteme que te explique: hace meses que vengo planeando cada detalle de esta operación, ¿no me conocés lo suficiente? Desde que tuve esta brillante idea, he seguido cada etapa con minucioso cuidado. Como ya te dije, consulté la parte jurídica en un estudio de la Capital Federal, uno de los mejores del país. Tengo un informe detallado, completo, con todas las preguntas y sus posibles respuestas. Sé precisamente dónde estamos parados desde el punto de vista legal. No me salió gratis, por supuesto me costó caro el dictamen de los abogados, pero te aseguro que valió la pena. Nada dejé al azar, con el tema de la inseminación tampoco. En esto, quise estar bien seguro de lo que haría, conseguí varias obras especializadas, incluso algunas del extranjero. Específicamente, puse énfasis en el procedimiento que debía seguir para tener éxito. Creo que no dejé nada sin analizar. Por eso puedo decirte que te quedes tranquila, todo está fríamente calculado. Hasta la parte histórica me tragué...
—¿Qué sabés de la historia, Esteban?
—Aunque te parezca mentira, se inicia en 1776, cuando un tal Spaglianzani estudió el efecto de la congelación sobre los espermatozoides. ¿Te das cuenta?, hace más de doscientos años. Pero en esa época ni se soñaba con realizar un uso como el que ahora le estamos dando nosotros. Fue en 1799 cuando se logró la primera fecundación. Se hizo a pedido de un matrimonio, con semen del marido. El que la practicó se llamaba Hunter, igual que el de la serie de televisión. Y bueno, así empezó la cosa, muy lentamente se fue avanzando, no existían entonces los bancos de semen. Recién en 1886, un tipo, Montegazza, creo, propuso hacerlos. Casi a fin del siglo XIX, se logró la primera inseminación con semen de donante, gracias a un tal Dickinson...
Juanita estaba en ese momento más distendida.
—Qué cosa, che —dijo Juanita—, jamás hubiera pensado que hacía tanto que inseminaban artificialmente. Notable ¿no?, y yo que creía que era una innovadora.
—Bueno, en cierta forma lo sos, no te olvides de que vamos a llevar a la práctica una idea revolucionaria. Yo nunca leí que alguien haya hecho lo que nosotros haremos. Te digo que, si los hombres de cierta fortuna supieran los peligros que corren, no se encamarían más con desconocidas. Vos pensá que hasta masturbarse es peligroso; es conveniente tener un cuidado especial y asegurarse de que los espermatocitos están muertos.
—Bueno, Esteban, no exageres, siempre fue así; la historia de la joven avivada que se hace preñar por un tipo millonario. Este cuento es tan viejo como el de la Cenicienta, casi te diría que es igual pero sin amor...
—Sos sutil, es una de las cosas que me gustan de vos. Comprendo lo que decís, pero no es lo mismo. Cuando un hombre se acuesta con una mujer, sabe que la puede embarazar, aunque no lo desee. Digamos que es un riesgo que se corre, ¿está bien? Pero en nuestro caso el pichoncito Burán no tenía forma alguna de suponer que mientras le hacía el amor a Alicia, indirectamente estaba preñando a Juanita. El problema es que el tipo que se echa un polvo, si no vigila bien el destino de su esperma, puede tener más hijos que un pez. No es chiste, vale la pena ponerse a pensar en la variedad de consecuencias que pueden darse. Pensá, ¿qué haría Burán, si yo embarazara a una mongólica? Aunque sea para vengarme de él, sería gracioso ¿no? Hace poco leí que en Estados Unidos, en un banco de semen se equivocaron y fecundaron a una mujer blanca con gametos de un negro, ¿te imaginás la sorpresa? ¿Qué reacción tendría Burán si preñara a una negra con su esperma?, ¿tendrá problemas raciales?
Álvez no pudo reprimir una sonora carcajada, diciendo:
—¡Cómo lo podríamos destruir a este cuervo! ¡Se arrepentirá de haberme perjudicado! ¿Te imaginás si le hiciéramos tener con otra un nene infradotado? Qué lindo regalo, ¿no? Estoy paladeando por anticipado el sabor de mi venganza. Pero no te preocupes que no soy tan estúpido, me conformo con el daño que le vamos a hacer porque implicará un correlativo beneficio. Cuando esté en las Bahamas tomando sol, me acordaré de Burán. Estoy seguro de que en ese momento, en lugar de tenerle bronca, le estaré agradecido.
—Bueno —dijo ella—, ¿y cómo pensás inseminarme?
—Con toda sencillez —dijo él—, he leído los procedimientos aplicables, se ha avanzado mucho. A principios de la década del cincuenta, Bunge y Sherman pudieron concretar los primeros embarazos utilizando esperma humana congelada. A partir de ese momento, en todo el mundo civilizado, se aplica este método de procreación. Para que te des una idea, en Estados Unidos se calcula que se han efectuado ya doscientos cincuenta mil inseminaciones. En un solo año, 1978, se estima que nacieron diez mil chicos, gracias a este procedimiento.
—¿No se ha prestado a fraudes?
—Supongo que sí, Juanita, pero vos sabés cómo son estas cosas; una cosa es la ley y otra la realidad. Los yanquis, por ejemplo, sólo permiten que se insemine a una mujer casada, salvo el estado de Oregón, creo. Te imaginás la bola que le deben dar. Cuando una mujer quiere tener un hijo, mirá si se lo van a impedir... Lo que pasa es que para tener un crío, una hembra aceptable se puede encamar con quien quiera; no necesita la inseminación artificial. Pero ahora la cosa está cambiando, hay mujeres que eligen muy cuidadosamente al padre de sus hijos, quieren tener genios. ¿Sabés que suelen hacer?, buscan en los bancos de semen al progenitor ideal. Seleccionan una dosis de esperma, en base a las características físicas y psíquicas que tiene el donante. En estos casos, la inseminación tendría que ser teóricamente un modelo de perfección, claro que no es necesariamente así. Hace poco hicieron un banco con donaciones de premios Nobel. Además, están las recatadas, o las moralistas que no se animan a acostarse con cualquiera y que para no tener contacto carnal prefieren ser inseminadas. En lugar de disfrutar un buen aparato, eligen una jeringa.
—¡Y bueno, che! —protestó Juana—, no siempre es tan fácil tener relaciones con un desconocido. Algunas veces es comprensible que no existan ganas, ¿no te parece?
—Sí, querida, es verdad, yo lo digo un poco en broma, lo mejor es lo natural, que haya atracción. Yo tuve varias proposiciones, mujeres que tenían esposos estériles me pidieron que las fecundara.
—¿Y vos aceptaste, Esteban?
—En una oportunidad, sí. Lo hice por varios motivos. Primero, porque me gustó, la jovencita era una maravilla. En segundo lugar, porque tenía dinero de sobra, tanto ella como el marido. Por lo tanto, no existía el mínimo riesgo de que me vinieran a reclamar plata a mí, al contrario, era como para que yo, el día de mañana le pidiera ayuda a mi hijo. Además, satisfice mi ego, el chico nació, ahora anda por el mundo. Es excitante pensar en ello, él lo ignora todo. Quise seguir su evolución, pero luego perdí todo contacto; es una lástima porque quizás el día de mañana podría haberme enorgullecido de él, o sea indirectamente de mí. En fin, como verás, no soy un modelo de virtud, pero ésta es la verdad.
—En ese caso, ¿el chico tiene derecho a conocerte?
—En mi caso sí, no te olvides de que no hubo inseminación, yo me encamé de verdad con la mujer, varias veces. A lo mejor lo que ella quería era eso, no tanto tener un bebé, ¿cómo saberlo ahora? Pero cuando hay inseminación artificial, se discute si el hijo tiene derecho o no a conocer a su padre biológico, o sea al que donó el semen que fecundó a la madre. En algunos países, se garantiza el derecho del chico a conocer su verdadero origen. Te imaginás que esto obliga a limitar el número de dosis de un solo donante. Representate si no, un tipo que sea padre de cientos de personas. ¡Menudo despelote se armaría!, ¿te imaginás la cantidad de matrimonios entre hermanos que podrían darse sin que ellos supieran nada de su vínculo? El incesto podría ser cosa cotidiana.
—Es increíble, che —dijo ella—, nunca hubiera imaginado que este tema tenía tantas derivaciones. Veo que lo estudiaste en serio, me alegro. Estás seguro de que no es peligroso, ¿no?
—Quedate totalmente tranquila, el procedimiento es absolutamente inocuo. No pasa nada; en nuestro caso no tendrás problemas, conocemos a Burán. Vos misma estabas dispuesta a encamarte con él, así que los riesgos no varían.
—No entiendo —dijo ella—, ¿que querés decir?, ¿de qué riesgos me hablás?
—Calmate, Juani, no te aceleres, me estaba refiriendo a las probabilidades que se dan en otros casos; hay que prevenir que se transmitan enfermedades a través de los espermatocitos, muy especialmente el SIDA. La American Fertility Society ha establecido que el semen fresco ya no puede ser garantizado. Obliga a usar muestras congeladas que hayan sido puestas en cuarentena, por lo menos ciento ochenta días antes de darles su destino específico. Además, es obligatorio volverle a hacer una prueba más al donante. Pero eso es para países más evolucionados. Aquí en la Argentina, ni siquiera existe una ley que regule la forma de actuar. No hay una prohibición concreta, así que los problemas deben resolverse aplicando la legislación común. No me pidas más explicaciones sobre esto, porque no entiendo nada, ni me interesa. Nosotros sabemos que Burán es un tipo sano, al menos tenemos razones para suponerlo. Bueno, ¿procedemos Juanita?, ¿estás lista ahora?
—Lo estoy —dijo ella.
Copyright © | Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990 |
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Por el mismo autor | |
Fecha de publicación | Noviembre 2000 |
Colección | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n101-25 |
Me gustó la obra: me hizo sentir deseos de seguir leyendo página a página, no sólo por la trama, también porque me sentí identificado con su protagonista, su forma de ver las relaciones, su concepto de la mujer como compañera e igual. Hay también manifestaciones sobre determinados temas (aborto, matrimonio) que comparto y me hicieron reforzar mis propias opiniones.
Soy un asiduo lector y hacía mucho tiempo que un libro no me despertaba tantas emociones. Gracias a Badosa por publicar libros así (además gratuitos).
Creo que se trata de una novela-folletín que, en cuanto atañe a aspectos judiciales, está muy bien documentada; se nota que el autor procede de la abogacía y judicatura. En el e-mail que le envié, le dije que vale más un folletín bien relatado que novela suspirada, pero no conseguida. Salut i tenis-sala.
Como escribe de lo que entiende, se le entiende todo lo que escribe. Salut i tenis-sala.
Éste ha sido un gran libro, donde el lector se va adentrando a la vida de cada uno de los personajes, es un libro bien documentado en cada uno de los temas a los que se refiere. Debo felicitar a Badosa.com por brindarnos este servicio.
Mi opinión es que es una historia excelente. Me atrapó verdaderamente leer el libro, me enseñó, comprendí lo complejo que puede ser un tema que parece tan simple. Es un orgullo tener académicos de tan alto estirpe, espero que el Dr. Ricardo Gulminelli haga otras obras tan interesantes como es Fecundación fraudulenta.
Es un libro muy interesante, muy bien planteado, que lo atrapa en su lectura de principio a fin. Lo recomiendo ampliamente.
Wonderful. I think that the story is fascinating, the situacion is provocative, and the end is surprising. Congratulations. It's a fantastic book. I'm so happy to have found it.
In my opinion, Ricardo Ludovico Gulminelli is an excellent writer... I'm from Miami Beach (Florida) and I have been studying Spanish since 1999 and I'm very happy indeed that I had the opportunity to be able to read this wonderful book. I know that I liked it because he described everything so well, as if he had lived it, and I felt very identificated. I hope to read more materials from Ricardo Ludovico Gulminelli. Thank you!
I fell in love after reading the description of the character Roberto Burán of Fraudulent Fertilisation (Episode 11). The man I am currently dating is so much like him... except, he's not an Attorney. I work with Attorneys. I'm a legal assistant... and I think Attorneys are so fascinating!
Inquietante la secretaria, se llama Estela, como mi hermana ídem de un médico... Un saludo Ricardo,
Un libro que atrapa, una historia plausible, muy bien tratado el tema, mis felicitaciones para el Dr Ricardo Gulminelli.
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