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Fecundación fraudulenta

Episodio 65

Ricardo Ludovico Gulminelli
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La jueza dijo:

—Sí, doctor Allegri, ¿usted quería hablar?

—No, doctora, simplemente quería expresar que ofrecemos a la contraparte que se manifieste en primer lugar. Considero que nuestra posición ya se ha exteriorizado muy precisamente en el escrito de demanda. El doctor Burán está en conocimiento de nuestras pretensiones, a él le corresponde expedirse sobre ellas. Por lo que sabemos, hasta ahora no ha querido reconocer a su hijo.

La doctora Bisson se dirigió a Roberto y le preguntó:

—Doctor Burán, usted ha escuchado la proposición del doctor Allegri, ¿tiene algo que decir al respecto? Sería importante que nos expresara su pensamiento. Quisiera encauzar desde el inicio esta audiencia, de ese modo todo resultará más fácil. ¿Le parece bien?

—Perdón, señora juez —dijo Roberto—, quisiera aclararle que me acompaña en este acto la doctora Rocío Bareilles. Es una especialista en derecho de familia... A los fines de ser coherente y de evitar un inútil desgaste jurisdiccional, quisiera que, de ahora en más, ella me represente en este acto.

—Me parece aceptable —dijo la doctora Bisson—, de todos modos, le recuerdo que hemos reunido a las partes para tratar de llegar a una conciliación... Para el juzgado es fundamental no sólo su presencia, sino su efectiva intervención. Esto, sin perjuicio de reconocer su derecho a ser representado. Bien, la escuchamos, doctora Bareilles...

Rocío usaba un vestido muy elegante; transitoriamente había abandonado el estilo informal que le gustaba, deseaba desempeñar el rol de defensora de Roberto, sin dar ventaja alguna. La primera impresión podía ser decisiva. Sin levantarse de su asiento, dijo:

—Señora juez, no aprobamos la opinión del distinguido letrado de la parte actora. No es cierto que en su escrito de demanda esté anticipada su postura, no al menos con relación a esta audiencia. Allí se limita a imputarle a mi cliente conductas desviadas y la paternidad de un niño, pero nada adelanta respecto de los lineamientos de una posible conciliación. Simplemente solicita se convoque a las partes, pero no expresa qué soluciones ofrece. Estamos por lo tanto dispuestos a oír propuestas. Es razonable creer que la señora Juana Artigas las tiene... De lo contrario, no habría pedido esta reunión, es lo que nos parece lógico suponer.

Allegri se sintió turbado. Podía persistir en su actitud, pero creyó que reflejaría una conducta equívoca; por ello, aceptó hablar antes que sus adversarios procesales.

—Está bien, aunque no compartimos los dichos de la representante del doctor Burán, comenzaremos nosotros. La señora juez y la señora asesora de menores tienen mucho trabajo, iremos al grano... Nuestro planteo es muy simple: los hechos están planteados con total claridad en la demanda. En primer lugar, nos parece que sería útil saber si el doctor Burán está dispuesto a reconocer su paternidad. Eso nos evitaría seguir explayándonos en temas que quizás no estarán controvertidos. Por otra parte, es lo fundamental, todo lo demás viene por añadidura. ¿Contestaría usted, doctora Bareilles?

—Bien, doctor Allegri —acotó Rocío—, veo que usted prioriza el análisis de la filiación y quiere saber si mi cliente acepta ser padre. Pero, ¿podríamos primero saber, por qué le interesa la paternidad del doctor Burán? ¿Es para asegurarle a la Sra. Juana Artigas la administración de una importante cuota alimentaria?, ¿para que el niño tenga derecho a heredar a mi representado? Nos parece importante escuchar primero una respuesta a estos interrogantes, ¿podría ser, Vuestra Señoría?

La juez estaba un poco sorprendida; la audiencia se estaba escapando de los carriles habituales. Allí parecía haber algo escondido, se estaban dando demasiadas vueltas. Pero como estaba interesada en llegar a la verdad, le pareció que lo mejor era dejar que las partes mantuvieran un juego dialéctico.

—Doctor Allegri, ¿podría decirle al juzgado cuál es el interés que esencialmente persigue la señora Artigas?

—¡Pero señora juez! —dijo el letrado de Juana—, ¡esta audiencia está tomando un cariz inquisitorio!, ¡no estamos aquí para ser interrogados! Es evidente el interés de mi parte: la señora Artigas es una persona honesta, pero fundamentalmente madre. Ella desea que se reconozcan los derechos que la ley otorga a su hijo. No me parece bien el enfoque que se le da a esta reunión; nosotros no somos los que estamos en falta, reclamamos un derecho. Nos gustaría que el doctor Burán, que tanto parece preocuparse por nuestro interés, hable... Que nos diga si es o no el padre de la criatura que dio a luz mi mandante, ¿pedimos demasiado Vuestra Señoría?

—¿Qué responde, doctora Bareilles? —dijo la Juez.

—Informaré debidamente al Juzgado —respondió Rocío—, pero debo indicar que el doctor Allegri todavía no ha contestado la pregunta que se le formulara. Es básico para mi representado que nos indique cuál es el resultado que persigue la señora Artigas.

La doctora Bisson pareció molesta, levantando levemente el tono de voz, dijo:

—Estimados doctores, de ahora en más, yo conduciré la audiencia, no aceptaré interrupciones ni cabildeos. Consideraré el silencio como una negativa a someterse a la conciliación. Si existe algún reparo para llegar a concretarla, pido que se me plantee en este preciso momento; no deseo que perdamos más tiempo si la intención no es conciliatoria. Le aclaro, doctora Bareilles, la explicación del doctor Allegri, es para mí una respuesta suficiente, aunque no refiera detalles. Debe entender por lo tanto que el doctor Allegri demanda alimentos, tenencia del menor, todo como consecuencia de su reconocimiento filiatorio, ¿me equivoco?

—En nada —respondió el letrado de Juanita, exhibiendo una irónica sonrisa.

Rocío permaneció impasible, evidentemente su actitud no era comprendida; la Jueza no estaba en condiciones de imaginar todo lo que se encerraba tras la sencilla pretensión de Juana Artigas.

—Está bien —dijo resignada—, sintetizaré al juzgado y a la asesoría de menores cual es nuestra postura sobre este juicio. No negamos la paternidad de mi cliente, ni la afirmamos...

A Allegri se le borró la sonrisa y la asesora intervino preguntando:

—Discúlpeme, doctora, ¿debemos interpretar que su cliente tiene dudas acerca de su paternidad?

—Así es —dijo Rocío—, pero hay más... Doctor Burán, me gustaría que usted explicara al juzgado muy brevemente lo que pasó.

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónFebrero 2001
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