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Fecundación fraudulenta

Episodio 66

Ricardo Ludovico Gulminelli
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—Sí, gracias —dijo Burán. Y explicó—: Doctora Bisson, doctora Fernández, ustedes me conocen como profesional, tengo una trayectoria de casi veintisiete años en este foro. Me toca hoy la desgracia de estar personalmente involucrado. No he guardado una línea de conducta durante tanto tiempo para arrojarla absurdamente por la borda. Voy a ser muy sintético en mi formulación. Me reservaré los detalles para el momento de contestar la demanda. De esta manera, estoy resguardando mi derecho a defenderme adecuadamente. Pero adelantaré la sustancia de mi pensamiento, diciendo la verdad: jamás, entiéndase bien, ¡jamás!, tuve relaciones sexuales con la señora Juana Artigas. Queda claro por lo tanto un primer punto, no tuve voluntad de engendrar un hijo con ella, ni seguí una conducta que lógicamente pudiera provocar tal resultado.

—¡Bien! —interrumpió Allegri—, aceptará entonces someterse a pericias biológicas, ¿no?, ¡veremos quién miente!

—Perdón, señora juez —dijo Rocío—, el colega está interrumpiendo al doctor Burán. Esto, no solamente es una falta de respeto, sino que se está quebrantando también el esquema que Vuestra Señoría fijara. Si se nos obligó a expresarnos, ¿no tenemos derecho a impedir que se limite nuestra exposición?

—Es correcto —dijo la doctora Bisson—. Le pido, doctor Allegri, que se abstenga de inmiscuirse en la declaración de la parte demandada, ¿está claro?

—Sí, disculpe, Señora Jueza —contestó Allegri.

—Prosiga, doctor Burán —ordenó la magistrada.

—Gracias, doctora... Había dicho que nunca tuve relaciones íntimas con la señora Artigas, pero el caso es complejo, inusitado. Lo voy a decir con todas las letras: pienso que ella fue fecundada artificialmente con mi semen. Mis espermatozoides fueron obtenidos fraudulentamente por la señora Artigas, con la colaboración de un cómplice.

Luego de esta manifestación, todos quedaron en silencio, nadie sabía qué decir... Allegri reaccionó violentamente, vociferando:

—¡Esto es una bajeza! ¡No puedo permitirle que diga eso! ¡Está ofendiendo a la señora! ¡Pido sanciones al tribunal!

—Somos concientes de la gravedad de los dichos del doctor Burán —se apresuró a manifestar Rocío—, sabemos que estamos imputando un delito a la actora y que es altamente improbable que podamos probarlo. Pero la obligación de mi parte es ser fiel a la verdad, más en un caso como el que nos ocupa. Comprenderá Vuestra Señoría, que el doctor Burán no tiene por qué estar obligado como padre, cuando no ha actuado voluntariamente en la procreación del hijo de la señora Artigas. Aun cuando existiera un nexo biológico, no habría acto voluntario: no actuó con discernimiento, ni intención, ni libertad.

Allegri, alterado, interrumpió a Rocío.

—¡Queda claro cuál es la finalidad de Burán!, ¡pretende no hacerse responsable del bebé! Es absurda esta posición, propia de una película de ciencia ficción. Dejo acotado que tendrá que probar cada uno de los hechos que invoca. No debería admitirse que una de las partes hable con tanta liberalidad de temas tan delicados. Se está acusando a mi clienta de un delito muy grave. Aclaro que promoveré una acción por calumnias contra el doctor Burán.

La asesora de incapaces apoyó las palabras de Allegri, diciendo:

—Mire, doctor Burán, mientras usted no demuestre sus dichos, nos atendremos a las evidencias actuales. Por lo que usted mismo dice, reconoce que muy probablemente exista un nexo biológico con el niño, ¿es eso cierto?

—Lo es —dijo Roberto.

La doctora Bisson interfirió:

—Entonces usted comprenderá... Si se demuestra que el chico es genéticamente suyo, la ley lo considerará padre.

—Y a criterio de la asesoría, haya o no voluntad —agregó la doctora Fernández.

Anticipaba ya su opinión, como siempre, favorable al niño.

—Sin meternos en ese campo tan complejo —acotó la juez—, dígame, doctora Bareilles, ¿piensan insistir en este planteo?

—¡¿Se da cuenta, señora juez?! —dijo Allegri elevando la voz—, ¿comprende cómo nuestra postura es la correcta? No quiere alimentar al bebé, ni reconocerlo; está tratando de eludir sus obligaciones.

—Nada más equivocado —dijo Rocío—. Por el contrario, queremos deslindar bien los campos. Deseamos averiguar si biológicamente nuestro cliente es o no padre del niño. Si se demostrara que lo es, el doctor Burán expresamente asumiría todas las obligaciones derivadas de la paternidad. Abonaría una cuota alimentaria, se ocuparía de asistir al menor, de educarlo, y de tratarlo como hijo. Esto último, comportaría visitarlo, participar en su formación. Demostramos con esta actitud la falsedad de las afirmaciones de la contraparte.

Allegri se puso pálido; imprevistamente, Burán había pasado a ser el personaje bueno de la escena. No supo qué decir...

Rocío volvió a manifestarse:

—Señora juez, señora asesora, deseamos manifestarles con estos actos que el doctor Burán no intenta desconocer al niño caprichosamente. Sabe que ha sido víctima de una maniobra delictuosa que difícilmente podrá ser probada... Mi cliente ha dado prevalecencia a su condición de «posible» padre. Como tal, su interés prioritario es el del menor. En este sentido, queremos expresar que no existirán puntos de colisión con la doctora Fernández. Es fundamental que se comprenda nuestra idea, porque a partir de ella se interpretará nuestra conducta.

La jueza preguntó.

—¿Qué es concretamente lo que persigue su cliente?

—Proteger a su hijo —respondió Rocío—, si realmente lo fuera. Mi mandante no puede admitir que el niño quede bajo la patria potestad de su madre. Ella le causaría un perjuicio irreparable; ha realizado esta maquinación para sacarle dinero a mi cliente, no le importó su chico. Como verá, señora juez, puede ser capaz de hacer cualquier cosa.

Allegri tronó:

—¡Si esto sigue así, nos retiraremos de la sala!, ¡no puedo seguir tolerándolo!

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónMarzo 2001
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