Ese día se levantó un poco más ególatra que de costumbre, pero con el toque de nostalgia justo para que, en cuanto cayó la tarde al mundo y dos whiskys a su sangre, se decidiera a escribir sus memorias.
Alegre, fue en busca de dos millares de hojas, desempolvó la vieja máquina de escribir, y, cuando consideró que el recuerdo estaba fresco en su memoria, comenzó, con la torpeza del novato, a buscar las letras que debían narrar su existencia.
Mentalmente repasó sus memorias, sin profundizar demasiado, en busca del principio perfecto. Ahí se encontró con su primera dificultad. ¿Cuándo comenzó su vida? ¿Cuando un hombre se prendó de su madre y le declaró su amor? ¿Cuando un espermatozoide galante fue a incrustarse de cabeza contra un óvulo coqueto? ¿Cuando le surgió del pecho un pequeño ruidito acompasado que se convirtió de golpe en un corazón? ¿Cuando surgió vigoroso de sus pulmones ese primer llanto tan importante, ese primer dolor que nos despierta del letargo a la vida?
Decidido a ser absolutamente veraz y preciso, hojeó varios libros de medicina para ver qué se había escrito al respecto. Halló tantas contradicciones que al fin pasó por alto la primera duda, y varias horas después, escribió con algunos trabajos: «Nací». De inmediato le vino a la cabeza el recuerdo de una casa enorme y blanca, con un jardín muy amplio y un manzano al frente, que un tío caritativo tuvo la delicadeza de señalarle alguna vez, asegurando que en ese escenario había hecho su primera aparición en la vida.
Justo cuando buscaba las palabras para describir esa hermosa casa, se le ocurrió que su tío podía haberse confundido momentáneamente, o que él mismo, obedeciendo a cierto mecanismo de defensa, había fijado la vista en la blanca mansión con un manzano, en vez de mirar la humilde clínica de obstetricia que se alzaba a un lado.
Como es de esperarse, este cuestionamiento lo llevó a dudar de la veracidad que pudieran tener todas las anécdotas que le habían contado respecto a sus primeros años: los biberones hervidos, los pañales de tela fina, el talco perfumado y sus primeras dos palabras. Todas estas marañas lo llevaron al fin a deletrear con gran parsimonia: «Nací, pero como yo no recuerdo nada del caso, no pienso ahondar en el tema».
Leyó cuatro veces estas primeras líneas, y quedó muy satisfecho por haber comenzado con tal desplante de honestidad a narrar sus memorias.
«Crecí...» quedó grabado en la siguiente línea. La sola palabra desató un torrente de imágenes que pasaron vertiginosas por su cerebro. Olor a pino y a pastel de manzana en casa de la abuela, pellizcos en la mejilla, dulces, fiestas de cumpleaños, y años nuevos, y navidades, una niña de trenzas, un cachorro de San Bernardo, los primos corriendo como caballos salvajes, y los días grises y aburridos de la primaria, el hastío de las tardes lluviosas, y accidentes, horripilantes jarabes, la voz grave del médico que le zurció una cicatriz sobre la ceja.
«Crecí rodeado de gente que me quería y que yo quise...» anotó con dificultad. Releyó la frase muchas veces, y prosiguió sin quedar del todo satisfecho.
«Después...», su cerebro se estremeció sobrecargado por tantos recuerdos. ¿Después? ¿Cuándo comenzó a ser después? ¿Cuando llegó a la secundaria pública? ¿Cuando sus manos aún infantiles descubrieron a una mujer en el asiento trasero de un coche prestado? Después, después. Una infinidad de fiestas, un océano de dificultades, los veinte años, el accidente en el coche, las tres manifestaciones a favor del socialismo, otra mujer, clases aburridísimas, peleas callejeras, pleitos familiares, problemas económicos, un viaje a Europa, la muerte de los abuelos, los grandes amigos de la preparatoria, y de la universidad, y del trabajo, la última mujer, la más hermosa, y la boda. Los recuerdos eran interminables; sus hijos, su primer ascenso, la entrevista por televisión, la fortuna ganada en Las Vegas, la perdida en el hipódromo. Seguían saltando delante de sus ojos; un día, y otro y otro; un año, y otro y otro; más gente, muertes, nacimientos, bodas, bautizos, muertes; una fiesta, y otra y otra.
«Después...»
Un instante en la risa loca; otro instante al borde del llanto; un momento conmovido, otro extasiado, otro enojado, angustiado, enternecido, feliz, extrañado, melancólico. Y las fechas se acercaban; hace treinta años, hace veinte, diez, cinco, uno, seis meses, ayer. Él miraba fotos, oía discos, leía cuadernos viejos, fumaba, bebía un whisky tras otro, llamaba a entrañables amigos, a antiguos compañeros, a ilustres desconocidos.
«Después seguí creciendo, cosa que hago hasta la fecha.»
Mucho más relajado, empinó de un solo golpe el último trago de whisky, releyó sus memorias un par de veces antes de arrojarlas al cesto de basura, y con una gran sonrisa, se marchó a dormir.
Copyright © | Rodrigo Solís Arechavaleta, 1995 |
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Por el mismo autor | |
Fecha de publicación | Julio 1996 |
Colección | Interiores |
Permalink | https://badosa.com/n017 |
Creo que es un texto excelente al igual que muchas de las obras de Rodrigo, pero no es de lo que me interesa comentar sino sobre otra obra del mismo autor que se llama «Una gringa en la cama», he buscado en casi todos los buscadores algún indicio de esta obra pero no he podido encontrarla por ningún lado. creo que ustedes como promovedores de la buena literatura deberían publicar esta obra para que llegue a todos aquéllos que no han tenido acceso a ella. Con una sincera felicitación por su página me despido y espero recibir respuesta pronto.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Creo que es un poeta que tiene mucho futuro, aunque no tiene presente... No, no es cierto. Me gustó mucho el trabajo de él. Lo que han publicado lo leí en un dos por tres. Ya se lo envié a dos amigos más por e-mail. Desearia que publicaran más sobre él. Gracias a ustedes y a Rodrigo por su libertad para escribir tal REAL. Saludos desde Puebla,
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Deberían publicar más textos de Rodrigo Solís. Creo que es uno de los pocos autores mexicanos capaces de hacer sentir con una propuesta directa informal y un poco más sencilla que aquella poesía difícil de leer que en muchos casos no dice nada, ni va dirigida a nadie; eso aparte de la sencillez con la que vive tratando de decifrar lo que pasa de verdad en el mundo en el que todos vivimos.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Por supuesto que la propuesta de Rodrigo Solís es digna de ser reconocida. En el contexto de la gente que conozco, ha servido para identificar a más personas con el medio poético y de prosa como una forma más para hablar de la cultura urbana, del acontecer diario, lo que todos queremos decir y no sabemos cómo (una trova, pero hablada).
Personalmente me siento atraído hacia la obra de Rodrigo por la sinceridad y lo directo de sus palabras.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Es uno de los mejores escritores y pensadores en su medio. Debería publicar su obra completa. Felicidades por tan buena página y buena difusión.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Claro que he leído a Rodrigo, y de hecho me parece que debería tener más difusión, diferentes formatos, eventos. Expresa de manera muy representativa las inquietudes de los que nos identificamos con ese país, con esa ciudad, con esa generación y hace falta eso.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Es uno de los autores de cuentos cotidianos que me atrapa en un mundo de creación extraordinariamente rápida. En cada uno de sus cuentos o de sus poemas me deja perplejo, siempre con una sorpresa que te hace ver lo que siempre ha estado ahí y que nunca has sido capaz de ver. Me gusta.
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) No pues que Rodrigo mis respeto como persona, poeta y lo demás. La verdad al tirar sus choros dice la neta y sin titubeo y en la mayoría de sus choros lleva mensajes bien desarrollados. En pocas palabras mis respetos. Hablar de Rodrigo es hablar de uno de los grandes... chido hermanito.. sabes cuando estuve en uno de tus eventos adopté tu forma para tirar también mis choros. Así que te considero como mi maestro. Ojalá que cuando tengas algún evento por el Estado de Veracruz me escribas y yo estaré en el evento. Un saludo de tu admirador,
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Neteando la vida, se vive mejor. Solís es un escritor voluntario y jamás abnegado sino todo lo contrario es un desamadre, pero muy gallardo. "Ama a una mujer clara" y seguramente extraña a su comuna de cagada. Me parece que no recuerda con orgullo a la Gringa pero muchos lo conocimos cogiendo con ella y Fernando en el Péndulo. Aunque claro La LLamada de mamá es ya otra cosa, es más clara, es más de él. Rodrigo merece ser leído, y no porque la vida sea justa, ni porque Dios exista, o por su esfuerzo de hueva en alguna "uni" de paga, o por su amigo caído en una moto, lo merece porque es un rolerochido que netea rimando y viviendo y compartiendo, porque no se clava en las técnicas que nadie enseña, simplemente vive y rolea. Rodrigo Solís, no tengo la mínima de idea de si es él un gran o un mal escritor, pero sé que puedo recomendar a cualquiera que simplemente busque la poesía para encontrar ese momento sublime de encontrar a ese individuo que supo escribir lo que uno sentía y gozar del momento de recordar lo más hermoso de ser seres humanos que es simplemente SENTIR y VIVIR
(Esta opinión se refiere al conjunto de la obra de Rodrigo Solís.) Excelente, lo he leído, lo he sentido, lo recomiendo mucho... alguna vez fui su giganta... Besos, Rodrigo... desde el sapo.
¿Qué onda con Rodrigo Solis? ¿Dónde se metió? Todavía lo recuerdo cuando alternaba con Fernando Delgadillo en el sapo cancionero. Hacían una mancuerna estupenda. Realmente sería agradable contar con un poemario de él. Vamos, Rodrigo, tienes una audiencia esperándote. Tus poemas no se han olvidado. Publica algo por favor. Saludos desde Los Angeles, California.
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