Es una narración por demás sugerente. Un final metafísico muy adecuado.
Es la segunda vez que tengo la oportunidad de leer este cuento. Hace unos meses me pareció una historia fresca y muy porteña. Hoy me ha emocionado un poquito más, pues por un ratito he compartido mi nostalgia, ese pedacito de corazón que uno tiene en Mardel, con el autor y su familia. Los cuentos de Ricardo tienen muchas veces ese juego-romance con la muerte tan de mi tierra: se habla de ella sin nombrarla, a ver si se da por aludida. Publiquen otros cuentos más que vale la pena seguir emocionándose. Saludos.