Carlos nos ofrece ahora un relato redondo, basado en una excelente documentación, y a través de una idea filosófica de gran calado y, sin duda, muy poco inocente. Con agilidad nos introduce en el mundo de la ciencia y en los entresijos de sus teorías, de sus miserias, de las envidias mal disimuladas, del ansia de conocimiento y también de notoriedad. Al más puro estilo Asimov.
Pero el giro argumental remueve los cimientos mismos del conocimiento: la verdad universal deja de serlo de un plumazo ¿cucharillazo? Aunque, por otra parte... ¿la excepción no confirma la regla? No sé, no sé.
Enhorabuena, Carlos. ¿Me permites un comentario (que no es mío)? La unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo (Isaac Newton, 1642–1727).
He leído el cuento El orden del mundo, de Almira Picazo, y me ha parecido fantástico. Con una economía de recursos envidiable el autor se permite jugar con la ciencia ficción, la cosmología y el policial. La prosa es exacta y el final, perfecto. Felicitaciones al autor.