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Los mejores pronombres (2)

José Preciado
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DEL OTRO LADO DE LA NIEBLA, ESPERO,
cubierto de fría impaciencia, aguardo,
en horas cálidas como ámbar, sueño,
en horas como filos frías, muero.
De pronto, nada tiene un lugar
y, de pronto, hasta el aire es sentido.
Luchan las ansias y cómo me hieren
arduas aristas de hiriente cristal.
Entre esta sangre y estas flores, lucho,
sobre huertos y páramos, camino,
por cumbres y por barrancos, perduro
para hallarte al fin, sin niebla, vencida
o triunfante, de la memoria o mía,
siempre luminosa, nunca perdida.
MEMORIA
Voy aprendiendo a salvar días ásperos como piedra
que te acercan casi oscura. Cortinas
que hemos tejido o que como niebla se levantan
cruelmente nos apartan siquiera a unos palmos
que son de pronto negras distancias. Es entonces
cuando sorprendo al deseo añorando la ausencia,
eligiendo el vacío. Porque en la soledad
animo y tiendo ya puentes que destilan luz
hallándote en lo que vas dejando en mí. Tomando
tu memoria puedo ya construir presencia, aliento,
mirada, forma, beso. Dibujo aire y espuma.
Fabrico encuentros. Te invoco para salvarme.
(REALITY)
Un solo segundo en tu boca sería lo más cierto,
porque, lejos de ella, resuelto en trasunto de tu risa,
cifrado en vasija de tu voz, buscando ser el que era,
no hallo más que sombras prendidas en tus ojos.
Nada hay más vivo que la memoria de tu tacto:
mi casa es tu roce, tu olor es mi estancia. Habito
el espacio que me concedes. No veo otra patria.
Alimento el aire que respiro con tu recuerdo,
doy tu nombre a cuanto conozco o descubro, te guardo
lo mejor y más real de mis jornadas, y escucho el negro
paso de los malhadados relojes trazando tu cara en el vacío.
SONETO DEL AFÁN
Una navaja de hielo es tu ausencia,
una cuchilla febril, una espada
de ásperos y hambrientos filos, y exacta
como una fórmula me cercena
miradas y caricias que ya cerca
de tocarte como luces se apagan,
y se descuelgan torpes y arrasadas
del deseo que las hizo. Observa
las marcas que voy dejando en el suelo:
ramas y hojas de un verano soñado,
frutos de lo que tus ojos me hicieron,
rastros del dibujo que hizo tu mano,
y el sabor ácido y brutal, ajeno
a tu boca, con el que te reclamo.
RUTA
Ahora que te tengo al alcance del recuerdo
más claro, brillas como el agua en una copa
perfecta, brillan tus besos, alumbra tu risa
y, todavía, tu piel es luz sobre mis manos.
Me gusta tanto recordarte como tenerte,
al menos ahora, porque tu memoria me ata
tan corto, me ciñe tanto a ti, que recorro
mis horas en línea, en precisa trayectoria.
Soy y habito una ruta que lleva tu nombre,
rijo mis jornadas por las distancias que marcas
y en recoger tus señales se resume mi tarea:
con ellas fabrico esperanza y paisaje,
amaso horizontes de tu presencia, doy forma
golosa al deseo y siembro luz en cada gesto.
FE
Vino primero pura, y tan entera
que, con ser palabra tan diminuta,
no me cabía en la cabeza.
Yo era un niño y no la necesitaba,
luego, cuando ya no era niño,
torpemente, lo reconozco,
estúpidamente, la desprecié.
Estuve años dormido, mira,
creía haber entendido eso
de que la vida es sueño.
Y luego, llegaste tú: vigilia tan dulce,
vida al fin tan alta, luz
casi hiriente; y vino ella a buscarme:
era mi refugio contra la niebla,
pero pedía alimento y firmeza.
Hemos tenido nuestras diferencias,
días de espuma y días de hielo
(a veces, nos íbamos juntos a dormir
y ella nunca estaba por la mañana),
pero nos vamos arreglando, hasta siento
que empiezo a gustarle un poco
—incluso nos reímos tontamente
de esta relación tan turbia—.
Y aquí me tienes al cabo
—quién me lo iba a decir a mis impíos
dieciocho años—, amarrado a una sílaba,
clavado en el suelo, religiosamente
afanado en la espera de la salvación.
VERDAD
Tus ojos me dan la verdad más alta,
la que no necesita vestidos,
limpia, lisa, desnuda, nacida
del blanco y el azul, acabada,
perfecta y redonda evidencia.
Verdad que alienta mis jornadas
y me endereza, la que rige
mis humores, la que me somete
a la dulce costumbre de pensarte,
al cálido fragor de desearte.
Verdad tan entera sin aristas,
verdad tan exacta sin sombra,
tan precisa, luminosa, verdad
que hace inútil el poema.
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Copyright ©José Preciado, 2001
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Fecha de publicaciónMayo 2002
Colección RSSSinéresis
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