Tomás y Matilde se encontraron para desayunar en una confitería con amplia vista al puerto del buceo. Desde la mesa se divisaba el pequeño lago formado por los diques y en el cual se abigarraban pequeñas embarcaciones, una al lado de otra, a la espera de hacerse a la mar en las próximas horas. A esa hora podían encontrarse sin problemas en lugares públicos pues la esposa de Tomás dormía hasta tarde. La tenue iluminación del lugar contrastaba con un día que despuntaba luminoso y comenzaba a reflejarse en el mar que se abría delante de ellos.
—Hace tiempo que no te remuerde nuestra relación con Carmen —dijo Tomás luego de beber el último sorbo de café.
—Me estaré enamorando —le respondió Matilde con un dejo de ironía.
—Es adorable, ¿no? Hasta tú podrías enamorarte de ella.
—Debes prepararla —le dijo Tomás luego de un silencio más o menos prolongado.
—¿Prepararla? ¿Para qué?
—Quiero tenerla, estar con ella.
—Te dije que no le gustan los hombres.
—Lo sé, pero lo hará para ti.
—Estás loco.
—En absoluto —respondió él sonriéndole—. Vamos, he visto lo que la excita. Se dejaría hasta comer por Wanda. He visto cómo la azotabas, el suplicio de la masturbación y tu fantástica historia de la otra noche. Por cierto, jamás te perdonaré que no lo hayas filmado.
—Olvidas que a Wanda tampoco le gustan los hombres. Tú la creaste así. Los aborrece.
—Es cierto, pero a Wanda le gusta el poder, le gusta ejercerlo sobre Carmen.
—Sí, pero no tiene sentido. Lo estropearía todo.
—¿Qué estropearía?
—Toda esta historia. Quizás Carmen rechace la idea y nos abandone. Quizás cambie la imagen que tiene de mí. Las mujeres no siempre tienen las mismas fantasías que los hombres.
—Ella prometió someterse a tu jauría enfurecida de deseos —le espetó Tomás sonriéndole socarronamente—. A menos que sea mentira lo que me contaste. O... —se detuvo unos instantes con evidente intencionalidad— a menos que temas perderla si se lo propones.
—Escucha, avancemos despacio, quieres.
Ambos terminaron su desayuno en silencio. Matilde lucía una blusa azul oscuro y un pantalón ajustado de cuero negro, Tomás un impecable traje oscuro Pierre Cardin, camisa blanca y corbata bordeaux.
—¿Qué harás hoy? —preguntó él
—Ahora iré a la peluquería, debo volver a cortarme el cabello, ya lo tengo un poco crecido. Luego tengo tres citas. Me llevarán toda la tarde. ¿Tú?
—Lo de siempre. De mañana en la oficina, a la tarde reuniones en la bolsa. Al llegar le enviaré un mail a Carmen para chatear con ella al mediodía.
—¿Por qué mejor no la invitas a almorzar? —le dijo Matilde con evidente tono burlesco. Deseaba hacerle sentir que Carmen estaba fuera de su alcance real, que lo único que podía tener de ella era lo que obtuviera oculto tras la computadora o tras la nueva apariencia de Matilde. Quería poner en evidencia esa imposibilidad. Por más que lo ambicionara, hiciese lo que hiciese, él nunca tendría la mejor parte que tenía Wanda Soch. Otra vez entonces imaginó a ambos como perros de presa, y la presa era la joven Carmen, la ingenua Carmen.
—No seas irónica —contestó Tomás.
—Mira, ¿qué te parece si almorzamos juntos tú y yo? Mi primera cita es a las tres. Conozco un lugar oculto en Pocitos. No te llevará mucho tiempo. Ah, y yo invito.
Tomás lo meditó unos segundos. Matilde no era persona de almorzar con sus clientes, pero desde la creación de Wanda habían entablado una relación mucho más profunda. Se veían con mayor asiduidad, aunque la mayor parte del tiempo la concentraban en observar los videos de Wanda y Carmen. Mientras él devoraba las filmaciones Matilde lo masturbaba casi se diría que con profesionalismo. Lo hacía lentamente, su mano acariciaba toda la zona que rodea al pene con una delicadeza de geisha. Medía su tiempo, aceleraba y se detenía con el fin de que el orgasmo le llegara junto con el éxtasis de Carmen en la pantalla.
—Está bien —dijo por fin él—. No puedo resistir tu hermosura.
—¿A la una?
—A la una. ¿En dónde?
—Te envío un mail con la dirección.
Copyright © | Andrés Urrutia, 2001 |
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Por el mismo autor ![]() | |
Fecha de publicación | Marzo 2008 |
Colección ![]() | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n279-13 |
Tenía ganas de leer algo y por ahí me topé con tu novela. La he leído de corrido y me he quedado deseando el resto. Me llevó fluidamente la lectura, y ganó mi interés. Yo te haría dos o tres correcciones puntuales de sintaxis, pero tendría que volver a leer, debí anotarlas... Además, en concreto en la página dos en un punto la repetición del término "la mujer de los rumores" (que tiene sentido, obviamente) terminó por cargarme.
En fin, felicitaciones.
Tu novela me ha parecido interesantísima, diferente, en fin, me ha enganchado. Ahora estoy esperando leer el resto. Por favor no nos tengas más en ascuas: estoy segura de que hay muchos lectores que esperan la continuación y el final de la novela. Felicitaciones
Tengo muchas ganas de llegar al final de esta novela, que desde hace algún tiempo me tiene enganchada. Por favor, no nos tengas más en espera, ya sólo son 6 capítulos que faltan. Esto ya parece un suplicio... =)
Me gustaron mucho las dos novelas publicadas de este autor. Deseo que publiquen otras obras del mismo. Gracias.
Muy buena narrativa. Lo mejor son las referencias literarias ya que despiertan el interés por leer esas obras, aunque la parte del manicomio no deja de evocar a Sade y los sometimientos a Luna Amarga... En fin, creo que es ese terreno está muy explotado y lo unico que se puede hacer es darle un nuevo estilo a la narrativa, tal vez más ágil o más contemporáneo.
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