La relación entre Wanda y Carmen se fortaleció aún más durante las dos semanas de ausencia de Matilde. Los mails de Carmen eran extrañamente dulces, cálidos, anunciaban los cuidados que le prodigaría en su próximo encuentro. Los de Wanda eran cautelosos. Casi reiteraban las añoranzas que Carmen decía sentir. Tomás temía romper la profundidad creciente del sentimiento que Carmen estaba experimentando.
Una tarde, luego de que Tomás quedara solo en su oficina, se concertaron para chatear. Carmen ya estaba en la sala cuando Wanda ingresó en ella.
—Hola, te demoraste —escribió Carmen.
Tomás pensó que no era un reproche. No porque las palabras que arrojaba el teclado pudieran interpretarse de otra manera que en su sentido literal. No hay gestos, ni tonos, sólo letras en la pantalla. Aun así, pensó Tomás, ¿por qué podemos enamorarnos a través de esto? ¿No sería el encanto de lo desconocido más que el verdadero amor? ¿O tal vez la posibilidad inicial de liberar lo más oscuro de nuestra persona de manera anónima, de modo engañoso, como él lo había hecho?
—Lo siento —respondió Wanda—, tuve una reunión que se demoró.
—Estaba ansiosa por encontrarnos.
—Lo mismo yo.
—Te extraño, mi amor. ¿Cómo fue tu día?
—Agotador, Buenos Aires es una ciudad alocada, reuniones, juntas, negocios. En fin, aburrido.
—Sí, sé que no te gusta lo que haces, que tu trabajo no te motiva, tengo guardado ese mail, fue una de tus primeras confesiones. ¿Recuerdas?
—Sí, lo recuerdo. Extraño tu cuerpo. Besarte. Cuéntame que has hecho hoy.
—Fui a la biblioteca luego de clase. Quería encontrar El jardín de los suplicios.
—¿Lo hallaste?
—Sí. Leí algunas partes. Tiene cosas realmente repulsivas y descripciones hermosas. Anoté ésta: «Por un refinamiento diabólico, enredábanse a los fustos de aquellas columnas de suplicio calistegias pubescentes, ipomeas de Dauria, lofospermos, coliquintidas, clemátides y astragenos... Escondidos entre las hojas de esas plantas, entonaban los pájaros canciones de amor.»
—Lo recuerdo —mintió Tomás, que jamás había leído el libro.
—Y las reflexiones del verdugo, en ese entorno floral, sobre la muerte y el refinamiento. Mira: «extraer la máxima cantidad de dolor con prodigiosos procedimientos que comprimen a esa carne contra el fondo de sus tinieblas y de sus misterios...» Lo dice luego de quejarse que ha sido el progreso occidental el que ha hecho que la ritualidad de la muerte sea «colectiva, administrativa y burocrática».
—¿Y no le encuentras razón?
—Pensando en ti no pude evitar asociar el ritual de la muerte con el amor. El amor es burocrático, y tú lo refinas.
—Gracias, es un halago.
—Sí. Te confieso que en parte me excitó la lectura, aunque no es mi literatura preferida. Pero me ayuda a conocerte.
—También he buscado en Internet —continuó Carmen— material sobre un personaje que me mencionaste al pasar.
—¿Cuál? —preguntó Tomás fingiendo no recordar—. Me he olvidado.
—Yo lo recuerdo todo de ti. Cuando me sometiste al suplicio de la masturbación, sin dejar de frotarme, y al hacerse mayores mis gritos, te acercaste a mi oído y me dijiste: contigo podría ser hasta la Condesa Bathory. Nunca más me lo mencionaste ni yo te pregunté. Pero recuerdo todo lo que me dices.
—Cuéntame, soy una aficionada a la condesa vampiro.
—Es horrendo. Leí una suerte de catálogo de sus torturas, la elección de jovencitas de entre 12 y 18 años, altas y fuertes para que duraran más en las sesiones de tortura. En la sala, la condesa vestida de blanco ordenaba a sus sirvientas que las flagelaran hasta desgarrarles la piel del cuerpo, esas muchachas se convertían en llagas vivas.
—Sigue.
—No sé, las quemaban con atizadores enrojecidos al fuego; también cercenaban sus dedos con enormes tijeras. En las propias llagas les clavaban agujas y les hacían cortes con navajas.
—Qué más —la urgió Tomás, quería saber hasta dónde había llegado Carmen y qué había experimentado ella con esa lectura.
—Leí que cuando los gritos eran demasiado fuertes y la condesa no quería oírlos ya, cosían la boca de la torturada, y que para proseguir la tortura cuando alguna se desmayaba se la volvía en sí colocando entre sus piernas un papel untado en aceite y se le hacía arder. Imagino la tenebrosa sala. Dicen también que uno de sus métodos era hacer morir a las jóvenes con agua helada. Parece que las sumergía en agua fría y así permanecían durante la noche entera. Viendo todo ello estallaba en crisis eróticas y gritaba que la tortura fuera más intensa, más cruel y fuerte.
—Una mujer terrible, una voyeur vampiro.
—¿Realmente te atrae ese personaje? ¿Por qué me dijiste aquello?
Tomás nada sabía sobre ese comentario que había hecho Matilde. Ella le había omitido toda referencia a él. Sólo le quedaba inventar algo.
—Es que en ese momento imaginaba que eras una de esas jóvenes torturadas por la condesa y eso me excitó.
Se hizo un largo silencio sin que en la pantalla apareciera la respuesta de Carmen, hasta que por fin las letras aparecieron una a una.
—¿Me harías daño, Wanda?
—Jamás —escribió Tomás—. Te amo.
—Es la primera vez que me lo dices.
—Es lo que realmente siento por ti.
—Te amo —escribió ella varias veces—. Te amo, te amo.
—Y yo necesito de ti.
—Puedes ser mi condesa —leyó Tomás en la pantalla de golpe— pero no me hagas daño.
—¿Cómo podría hacértelo?
—Dejándome.
Copyright © | Andrés Urrutia, 2001 |
---|---|
Por el mismo autor ![]() | |
Fecha de publicación | Diciembre 2007 |
Colección ![]() | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n279-10 |
Tenía ganas de leer algo y por ahí me topé con tu novela. La he leído de corrido y me he quedado deseando el resto. Me llevó fluidamente la lectura, y ganó mi interés. Yo te haría dos o tres correcciones puntuales de sintaxis, pero tendría que volver a leer, debí anotarlas... Además, en concreto en la página dos en un punto la repetición del término "la mujer de los rumores" (que tiene sentido, obviamente) terminó por cargarme.
En fin, felicitaciones.
Tu novela me ha parecido interesantísima, diferente, en fin, me ha enganchado. Ahora estoy esperando leer el resto. Por favor no nos tengas más en ascuas: estoy segura de que hay muchos lectores que esperan la continuación y el final de la novela. Felicitaciones
Tengo muchas ganas de llegar al final de esta novela, que desde hace algún tiempo me tiene enganchada. Por favor, no nos tengas más en espera, ya sólo son 6 capítulos que faltan. Esto ya parece un suplicio... =)
Me gustaron mucho las dos novelas publicadas de este autor. Deseo que publiquen otras obras del mismo. Gracias.
Muy buena narrativa. Lo mejor son las referencias literarias ya que despiertan el interés por leer esas obras, aunque la parte del manicomio no deja de evocar a Sade y los sometimientos a Luna Amarga... En fin, creo que es ese terreno está muy explotado y lo unico que se puede hacer es darle un nuevo estilo a la narrativa, tal vez más ágil o más contemporáneo.
Además de opinar sobre esta obra, también puede incorporar una fotografía (o más de una) a esta página en tres sencillos pasos:
Busque una fotografía relacionada con este texto en Flickr y allí agregue la siguiente etiqueta: (etiqueta de máquina)
Para poder asociar etiquetas a fotografías es preciso que sea miembro de Flickr (no se preocupe, el servicio básico es gratuito).
Le recomendamos que elija fotografías tomadas por usted o del Patrimonio público. En el caso de otras fotografías, es posible que sean precisos privilegios especiales para poder etiquetarlas. Por favor, si la fotografía no es suya ni pertenece al Patrimonio público, pida permiso al autor o compruebe que la licencia autoriza este uso.
Una vez haya etiquetado en Flickr la fotografía de su elección, compruebe que la nueva etiqueta está públicamente disponible (puede tardar unos minutos) presionando el siguiente enlace hasta que aparezca su fotografía: mostrar fotografías
Aunque en Badosa.com no aparece la identidad de las personas que han incorporado fotografías, la ilustración de obras no es anónima (las etiquetas están asociadas al usuario de Flickr que las agregó). Badosa.com se reserva el derecho de eliminar aquellas fotografías que considere inapropiadas. Si detecta una fotografía que no ilustra adecuadamente la obra o cuya licencia no permite este uso, hágasnoslo saber.
Si (por ejemplo, probando el servicio) ha añadido una fotografía que en realidad no está relacionada con esta obra, puede eliminarla borrando en Flickr la etiqueta que añadió (paso 1). Verifique que esa eliminación ya es pública (paso 2) y luego pulse el botón del paso 3 para actualizar esta página.
Badosa.com muestra un máximo de 10 fotografías por obra.