No es posible continuar sin decir que Wanda Sochs comenzó a mantener una intensa correspondencia con Carmen Fevre. Por supuesto que al principio no había forma de saber si Carmen Fevre era en verdad quien decía ser. Sólo se podía creer en su relato, creer que era una mujer de 26 años, de piel más bien oscura, delgada, cabello negro y largo. Las descripciones por correo electrónico suelen ser así, escuetas, generales, de modo que dejan un amplio campo a la imaginación. Carmen Fevre decía ser escritora, pero como todavía no había publicado más que algún cuento corto en revistas de circulación restringida vivía de dar clases de literatura en un instituto secundario de Montevideo. Ambas se contaron sus historias. Wanda repitió la visita a la casa de la mujer de los rumores y se detuvo donde debía detenerse, Carmen le dijo que desde adolescente fantaseaba con mujeres, pero que no había pasado de eso, de tener algunas fantasías, cada vez más potentes, pero que nunca las había materializado. Tuvo dos o tres parejas masculinas pero ahora estaba sola. También le dijo que la envidiaba por haber conocido a alguien que diera el primer paso, que tomara la iniciativa, alguien que le quitara a ella el peso que llevaba como si fuera una piedra en la espalda que le impedía avanzar. Indudablemente a Tomás Zanek esa historia le pareció mucho más verosímil que la de Wanda. Había algo en las palabras escritas de Carmen que le sugería una historia real, aunque por supuesto no podía tener la completa seguridad de que quien las escribía no fuera un impostor mucho más cualificado que él. Después de todo Carmen decía ser escritora, y si en verdad lo era, resultaba lógico pensar que sería mucho más creativo y agudo para inventar una historia que un corredor de bolsa.
Pero el juego que estaba jugando debe prescindir de esas dudas, porque poco a poco se convierte en una realidad paralela, en una realidad tan tangible como la otra, solo que en un nivel diferente, en un plano distinto. La identidad que cuenta es la que se tiene adelante, porque para Tomás Zanek la fascinante tecnología de la comunicación, el mundo de la autopista informática a través de internet le daba la posibilidad de tener otra vida, de ser otra persona, de crear a otro ser vivo, y entonces suponía que del otro lado de la red también había una creación similar, y lo que por el momento importaba eran esos dos nuevos seres. Estaba a través de Wanda quemando el barco luego de desembarcar en la isla, viendo el rancho bucólico en el cual el pistolero de los filmes cambia su vida, deja atrás un pasado teñido de sangre y comienza de nuevo.
Wanda y Carmen comenzaron entonces a profundizar una en la otra, a conocerse con mayor detalle, pero lo más importante fue que ambas confesaron sentirse atraídas. Carmen le escribió una vez un mail muy breve pero contundente al día siguiente de mantener una charla por chat en la cual hablaron mucho de la historia de sus vidas. En esa charla Wanda profundizó mucho más en su relación con la compañera de trabajo que la inició, narró dos o tres amoríos ocasionales que tuvo luego y Carmen le contó alguna de sus fantasías. Luego Carmen le habló de un cuento que estaba escribiendo y que trataba de la soledad. Al día siguiente Wanda recibió un mail: «Con el tiempo y a medida que nos conozcamos, creo que tú serás quien quite la piedra que llevo en mi espalda.»
Tomás Zanek meditó mucho la respuesta que Wanda debía dar. La segunda parte del mail sugería que los personajes podían salir de la realidad paralela en que se movían para cobrar vida en el mundo real. Si ese era el contenido del mensaje entonces Carmen Fevre podía ser Carmen Fevre y ella no sabía —o no quería creer— que Wanda Soch no fuera Wanda Soch.
Ese tramo del mensaje lo perturbaba porque lo volvía a su otra vida. Lo hacía sentir como si la justicia diera con el rancho donde el pistolero empezaba de nuevo para devolverlo a su pasado. La primera parte del mensaje le provocaba en cambio tranquilidad, pues era evidente que Carmen estaba pidiendo tiempo, que quería avanzar de a poco, con pasos cortos y medidos. Estaba claro que si Carmen Fevre era Carmen Fevre, había recurrido a ese mundo que respira y late detrás de una pantalla para, a través de él, dar su salto a la realidad, a su realidad. Parecía irónico. Él estaba huyendo de su realidad, inventándose otro ser, otra personalidad, otro sexo; ella en cambio, utilizaba el anonimato para llegar a donde no podía llegar en el mundo real, para dar con una mujer, para materializar ese sueño y ser feliz. Pero feliz en la vida, que es en el único mundo en que se puede serlo.
Claro que Tomás podía no preocuparse; podía olvidar a Carmen y que Wanda continuara con su vida. Pero había llegado a tal grado de intimidad con ella que inmediatamente rechazaba la idea. Carmen le parecía una niña dispuesta a dejarse llevar, a la búsqueda de alguien que la liberara.
Wanda Soch (o Tomás Zanek) continuó escribiéndose a diario con Carmen Fevre. Cada mensaje ahondaba un poco más esa relación, pero con cada mensaje Tomás Zanek sentía cada vez más cercano el momento decisivo. Poco a poco Carmen fue desnudando a Wanda sus más oscuros deseos, sus más profundas fantasías. Parecía increible, pero el comunicarse escudado en una computadora es como el alcohol, desinhibe, facilita las confesiones y entonces se dicen cosas que jamás se dirían dos personas frente a frente. Reiteradamente Carmen mandaba a Wanda extensos mails imaginando su futuro encuentro. En uno de ellos Carmen imaginaba que después de conversar un tiempo mediante chat y mail, quedaban en realizar un contacto personal, para el cual Wanda le indicaba la direccion de un hotel. Un día antes de la fecha fijada Carmen recibe por mail una serie de pautas de cómo debía presentarse: debía ir con su pubis rasurado, con ropa interior negra, y vestida con pollera corta, blusa y zapatos de taco alto. Una vez en el hotel, el conserje le indicaba la habitacion a la que debía dirigirse. Sube entonces a la habitación, muy nerviosa pero excitada a la vez. Cuando entra, Wanda no está, y solo encuentra un sobre y una venda negra. Abre el sobre y hay una carta, en ella dice que se coloque la venda de modo que cubra totalmente sus ojos. También dice que debe quitarse el reloj y dejar la cartera con sus pertenencias, y que, con los ojos vendados, se siente en un sillón y que espere. Carmen imagina que cumple al pie de la letra con las indicaciones. Se imagina a sí misma sentada y sin poder ver nada. Espera un rato, pierde la noción del tiempo, no sabe si pasan quince minutos o una hora. Se siente asustada, pero de pronto la puerta se abre, y una voz de mujer le dice: «Has cumplido con tus deberes»; Carmen asiente y le dice a la mujer que sí, que la estaba aguardando, pero la mujer la corrige diciéndole con voz firme que se limite a contestar solo lo que se le pregunta. Luego Carmen le dice a Wanda que puede sentir su perfume. Wanda se para a su lado y le ordena que se ponga también ella de pie. Carmen se siente observada.
Luego —continúa Carmen— te paras detrás de mi, tocas mi pelo, manoseas mis senos y nalgas, con desprecio, como quien examina a un animal, y me dices si estoy dispuesta a seguir, que lo piense bien, contesto que sí, sin dudarlo, y te sonríes.
Me llevas contra una pared, luego te sientas en el sillon y me dices que quieres verme, me haces levantar mi pollera suave y sensualmente para que puedas ver mis nalgas. Me ordenas menear mi cola y acariciar mis nalgas para ti.
Luego me haces dar vuelta y me obligas a desabrochar mi blusa, y sacar mis senos del sostén. Luego te paras haces que me arrodille frente a ti, tiras de mi cabello, levantas tu pollera y colocas mi cara frente a tu entrepierna. No puedo ver tu sexo, pero si puedo sentirlo, me muero por besarlo, me preguntas si deseo hacerlo, te respondo si, dices que solamente lo permitirás si recibo un castigo a cambio, te imploro que lo hagas, entonces me pones nuevamente contra la pared bajas mi bombacha hasta mis rodillas y palmeas mis nalgas con tus manos, una y otra vez hasta completar veinte azotes.
Luego haces que me vuelva a arrodillar y me obligas a lamerte, es más, te excitas y prácticamente me haces el amor en mi cara con tu vagina. Luego de tu satisfacción te pido que al menos me dejes masturbarme, y me dices que no, que todavía no, que si me comporto bien, quizás me lo permitas la próxima vez.
Todo sucedía sin que Wanda le permitiera quitarse la venda, y cuando todo terminaba Wanda se iba ordenándole que sólo se sacara la venda una vez que sintiera que la puerta se cerraba.
Ése fue apenas uno de los imaginarios encuentros entre Wanda y Carmen. Cada vez más los mails iban teniendo variaciones sobre lo mismo. En algunos la cita era en la casa de Carmen, cenaban juntas y se acercaban lentamente hasta terminar amándose con ternura. En otras, Carmen imaginaba que se citaban en una confitería y de pronto Wanda la tomaba de la nuca, prácticamente clavándole las uñas mientras aprisionaba sus piernas con las suyas y atraía con fuerza su boca hacia la de ella, todo en público. Poco a poco Carmen se iba desnudando interiormente, revelando sus más ocultas fantasías. Todas ellas eran variaciones sobre el mismo tema, en todas se iba revelando una voraz necesidad de ser poseída, en todas se mostraba como un ser pasivo, inerte y sometido a los caprichos de su amante virtual. Como Wanda lo había sido con la mujer de los rumores. Y ahora Wanda sería para Carmen la mujer de los rumores.
Pero de todos los mails recibidos el más importante para Tomás Zanek fue el que se transcribió en detalle. Seguramente lo fue porque era el único que contenía una venda en los ojos como instrumento de excitación sexual. Eso significaba que Carmen confiaba en que la persona que aguardaba a ciegas en la habitación y que nunca ve era en realidad Wanda, pero también podía ser otra. Era el contenido exacto de ese mail el que Tomás Zanek tenía en su cabeza la mañana en que comienza esta historia.
Copyright © | Andrés Urrutia, 2001 |
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Por el mismo autor ![]() | |
Fecha de publicación | Mayo 2007 |
Colección ![]() | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n279-03 |
Tenía ganas de leer algo y por ahí me topé con tu novela. La he leído de corrido y me he quedado deseando el resto. Me llevó fluidamente la lectura, y ganó mi interés. Yo te haría dos o tres correcciones puntuales de sintaxis, pero tendría que volver a leer, debí anotarlas... Además, en concreto en la página dos en un punto la repetición del término "la mujer de los rumores" (que tiene sentido, obviamente) terminó por cargarme.
En fin, felicitaciones.
Tu novela me ha parecido interesantísima, diferente, en fin, me ha enganchado. Ahora estoy esperando leer el resto. Por favor no nos tengas más en ascuas: estoy segura de que hay muchos lectores que esperan la continuación y el final de la novela. Felicitaciones
Tengo muchas ganas de llegar al final de esta novela, que desde hace algún tiempo me tiene enganchada. Por favor, no nos tengas más en espera, ya sólo son 6 capítulos que faltan. Esto ya parece un suplicio... =)
Me gustaron mucho las dos novelas publicadas de este autor. Deseo que publiquen otras obras del mismo. Gracias.
Muy buena narrativa. Lo mejor son las referencias literarias ya que despiertan el interés por leer esas obras, aunque la parte del manicomio no deja de evocar a Sade y los sometimientos a Luna Amarga... En fin, creo que es ese terreno está muy explotado y lo unico que se puede hacer es darle un nuevo estilo a la narrativa, tal vez más ágil o más contemporáneo.
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