La mujer de los rumores fue extremadamente suave con Wanda durante aquella primera vez. Sabía que debía recorrerla lentamente y utilizó toda su experiencia en la tarea. Tenía ante sí a una mujer frágil, asustada, que sólo podía dejar que actuaran sobre ella. Y la mujer de los rumores actuó, se esmeró por darle a Wanda un placer que hasta ahora desconocía, un placer tal que Wanda se convenció en aquella noche que sólo una mujer era capaz de brindarle ese goce, por la sencilla razón de que sólo una mujer conoce a la perfección el cuerpo de mujer, sus zonas más sensibles, sus estímulos más profundos, y también los deseos más íntimos. Quien mejor entonces que una mujer para dar placer a otra mujer. Ese pensamiento se grabó a fuego en la mente de Wanda, y fueron las manos y la boca de la mujer de los rumores los orfebres que sellaron la tarea. Ansiaba tener sobre sí el peso de su cuerpo, un cuerpo atlético pero en nada varonil, fibroso pero suave, sentir como los duros senos de la mujer de los rumores recorrían su cara y cómo enseguida su lengua bajaba hasta su sexo, en una recorrida estremecedora.
Wanda se sentía ante ella como arcilla para ser modelada, y sabía que esa misma sensación tenía la mujer de los rumores. Y la mujer de los rumores fue modelando esa arcilla a su imagen y semejanza. Wanda la miraba deslumbrada, se deleitaba con la facilidad con que la manejaba. La mujer de los rumores era quien la desnudaba cada vez que tenían un encuentro, era ella quien dirigía la orquesta de las lenguas, las manos y los sexos. Cuando la mujer de los rumores quería darle placer directamente hundía su boca entre las piernas de Wanda, pero cuando quería recibirlo se limitaba a tomar delicadamente con ambas manos la cabeza de Wanda y colocarla, como si fuera un óvalo inerte, entre sus propias piernas. Y continuaba sujetándola mientras Wanda se hundía en el húmedo y velludo sexo de la mujer de los rumores, y cuando por fin se había satisfecho, ella misma apartaba el óvalo del placer que poco a poco estaba creando.
¿Qué más?, le preguntaban en los chats. Cuéntame más de la mujer de los rumores. Y entonces la mujer de los rumores crecía, era una profesora transmitiendo su saber a su joven discípula. Introduciéndola en un exquisito mundo sensorial en el que poco a poco los meros cuerpos desnudos no bastaban, ya no era suficiente el contacto de carne con carne, de lengua con lengua y sexo con sexo, aún cuando ese rompecabezas corporal pudiera armarse de distintas maneras. Pero las maneras de armar el rompecabezas de dos cuerpos desnudos es finita, y esa fue una sutil enseñanza de la mujer de los rumores. La mujer de los rumores fue hombre y mujer para Wanda, que puede una mujer hacer de hombre eso lo sabemos, basta un adminículo que puede comprarse, colocarse y entonces tenemos a esa mujer-hombre que nos poseerá. Sí, nos poseerá, de manera exquisita, duradera, suavemente a veces, otras con más brío. Como la mujer de los rumores era sabia, comenzó a poseer a Wanda con ternura, frente a frente, como se copula en los matrimonios ya entrados en años, acariciándola mientras la penetraba. Y ahí Wanda se abandonaba a las caricias y al falo de goma que entraba en su carne, gozaba de una sensación extraña y exótica, se sentía penetrada y rozada por pechos de mujer. Amaba a la mujer de los rumores, se sentía casi esclavizada por el hechizo de esa mujer. Y un día se lo dijo, literalmente, con esa misma palabra, y entonces Wanda pasó a ser la esclava de la mujer de los rumores. No es necesario describir los juegos que esa palabra entraña, en los que la mujer de los rumores demostró ser una maestra experta. Lo interesante es por qué Wanda disfrutaba siendo humillada y hasta castigada. Le gustaba ser una especie de objeto para la mujer de los rumores, se excitaba cuando la ataba de diversas maneras, cada cual más incómoda, pero disfrutaba esa incomodidad, más aún disfrutaba cuando la mujer de los rumores le ordenaba pasearse desnuda frente a ella, se sentía exhibida pero admirada, pero lo mejor, lo más importante, lo más perturbador era arrodillarse. Arrodillarse frente a la mujer de los rumores era como arrodillarse frente a su dios, un dios que la poseía por completo.
Copyright © | Andrés Urrutia, 2001 |
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Por el mismo autor ![]() | |
Fecha de publicación | Abril 2007 |
Colección ![]() | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n279-02 |
Tenía ganas de leer algo y por ahí me topé con tu novela. La he leído de corrido y me he quedado deseando el resto. Me llevó fluidamente la lectura, y ganó mi interés. Yo te haría dos o tres correcciones puntuales de sintaxis, pero tendría que volver a leer, debí anotarlas... Además, en concreto en la página dos en un punto la repetición del término "la mujer de los rumores" (que tiene sentido, obviamente) terminó por cargarme.
En fin, felicitaciones.
Tu novela me ha parecido interesantísima, diferente, en fin, me ha enganchado. Ahora estoy esperando leer el resto. Por favor no nos tengas más en ascuas: estoy segura de que hay muchos lectores que esperan la continuación y el final de la novela. Felicitaciones
Tengo muchas ganas de llegar al final de esta novela, que desde hace algún tiempo me tiene enganchada. Por favor, no nos tengas más en espera, ya sólo son 6 capítulos que faltan. Esto ya parece un suplicio... =)
Me gustaron mucho las dos novelas publicadas de este autor. Deseo que publiquen otras obras del mismo. Gracias.
Muy buena narrativa. Lo mejor son las referencias literarias ya que despiertan el interés por leer esas obras, aunque la parte del manicomio no deja de evocar a Sade y los sometimientos a Luna Amarga... En fin, creo que es ese terreno está muy explotado y lo unico que se puede hacer es darle un nuevo estilo a la narrativa, tal vez más ágil o más contemporáneo.
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