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Fecundación fraudulenta

Episodio 80

Ricardo Ludovico Gulminelli
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MAR DEL PLATA
Miércoles, 28 de febrero de 1990

—Doctor Zimbrein, muchas gracias por venir —dijo Roberto—. Es un gran honor recibirlo en Mar del Plata. Como le dijera, mañana vence el plazo que tenemos para contestar la demanda. Ya está todo preparado, sólo falta incorporar su informe.

Estaban en el estudio de Burán, Rocío le había pedido al doctor Saúl Zimbrein que les explicara personalmente el dictamen filiatorio. El distinguido científico, humilde como todo sabio, restó importancia a su presencia...

—Quédese tranquilo, doctor Burán, vine porque estoy de vacaciones en Mar del Plata. No me costaba nada visitarlo, ¿para qué iba a viajar usted a Buenos Aires, si yo estaba por venir aquí? Créame, tener todo listo en tan pocos días fue casi un milagro. Los trabajos de Estados Unidos me los remitieron por fax, los originales llegarán pronto. En definitiva, tengo importantes noticias para usted...

Ansiosamente, Roberto preguntó:

—Ya tiene el resultado del análisis, ¿está terminado?

—Sí, doctor, puedo decirle con absoluta seguridad que usted es el progenitor del pequeño Agustín. Puede reclamar sin dudar sus derechos de padre, le corresponden.

Roberto no supo qué decir, inconcientemente tomó la mano de Rocío, la soltó rápidamente, para no evidenciar la intimidad que tenía con ella. Saliendo de su turbación, dijo:

—Doctor Zimbrein, comprenderá que es importante para mí su opinión, ¿se han tomado todos los recaudos?, ¿consultó institutos de Estados Unidos de Norteamérica? Usted me había dicho que pensaba hacerlo...

—Y cumplí lo prometido, doctor Burán, ya le comenté que los recibí por fax... No se preocupe, no hay posibilidad de equivocación, le explicaré con más detalle, para que lo entienda mejor. La primer pregunta que nos tendríamos que formular, sería la siguiente: ¿puede probarse con certeza, la filiación de una persona, basándose solamente en material biológico humano?

—Tenemos entendido que la respuesta es sí —manifestó Rocío.

—Y no se equivocan, doctora, efectivamente es así... Existe un examen llamado «tipificación del ADN», o «huellas del ADN» u «obtención del perfil del ADN». Es decisivo para determinar un vinculo filiatorio, independientemente de la existencia de otros medios de prueba.

—Algo he leído —dijo Roberto—, creo que en Londres condenaron a un violador gracias al análisis genético de su semen, ¿me equivoco?

—No, es correcto —respondió el científico—, hoy en día, los violadores no actúan con la misma impunidad que antes. Dejan inevitablemente su marca, un equivalente a su huella digital. El estudio del ADN permite superar todas las técnicas anteriores, aún las más recientes, como por ejemplo los exámenes inmunológicos.

Roberto siguió interrogando:

—¿En qué se basa el método que ha empleado, doctor Zimbrein?

—Muy simple, en la diversidad genética que se da en todas las especies, hasta en las plantas. Estas diferencias son las que determinan que existan distintos grupos sanguíneos... Hacen que poseamos algunas específicas enzimas o proteínas que otros no tienen.

Roberto acotó:

—Yo he leído algo del examen de histocompatibilidad conocido como HLA, me han dicho que es casi infalible.

—Lo hemos realizado, doctor Burán, usted se refiere al Human Lymphocity Antigen, se basa en el estudio de proteínas antigénicas. Debo reconocer que es bastante preciso, pero le aclaro que hemos utilizado también otro método más nuevo, más efectivo. El que usted ha mencionado se basa en la aproximación, señala las diferencias entre individuos para lograr una identificación indirecta, computando las similitudes que no resultan comunes.

—Yo no sabía que existía un sistema más avanzado —manifestó Roberto.

—Hay, créame, otro muy superior... Al tipificar la muestra que se extrajera de la señora Juana Artigas, de su hijo y de usted, nos hemos dirigido directamente a la molécula del ácido desoxirribonucleico, o sea del ADN. La información genética está allí codificada. Esto es lo que determina que nosotros seamos hombres, y no ratas. Incluso es lo que causa que yo sea bajo y gordito y mis primos altos y flacos. El ADN está en todas nuestras células, en sus núcleos, con excepción de los glóbulos rojos.

Rocío se extraño:

—No entiendo, doctor Zimbrein, ¿usted no había extraído sangre, para realizar la prueba?

—Sí, es verdad, pero ella contiene otros elementos; el ADN se extrae de los leucocitos, también denominados glóbulos blancos. En realidad, se puede utilizar cualquier muestra, como por ejemplo semen, la raíz del pelo, o cualquier otro tejido, hasta pedazos de piel. Puede calificarse como «documento de identidad biológico»; es absolutamente confiable.

Burán sintió curiosidad:

—¿Ha sido muy costoso, doctor? Entiendo que debe de ser muy complicada la realización de estos estudios...

—No se crea, seguramente menos caro de lo que usted se imagina. He remitido el material a dos institutos de primera línea de los EE UU Uno de ellos, Tradcell, me facturó seiscientos dólares por analizar las tres extracciones. Por supuesto, me refiero a la obtenida de usted, de su hijo y de Juana Artigas. Otra entidad, Booklife, me cobró más barato, solamente cuatrocientos dólares. Para su tranquilidad, debo decirle que ambos informes coincidieron. No cabe duda alguna de su paternidad, considérela cierta...

Rocío se interesó en el tema:

—¿Cómo se hace, doctor?, ¿es difícil comprenderlo?

—En detalle sí, pero genéricamente es posible reflejar aproximadamente de qué se trata. Vean, una parte del ADN no se encuentra codificada; esto lo descubrió el doctor Alec Jeffreys hace muy poco. Piensen que recién en 1987 se patentó este hallazgo. Bien, este segmento del ADN aparentemente inútil, se encuentra disperso y contiene elementos muy variables de un individuo a otro, que se transmiten según las leyes de la herencia. Más sintéticamente, utilizando este procedimiento, se pueden analizar estas secuencias, que entre personas relacionadas, no presentan tanta variación.

Roberto indagó:

—¿Eso es todo?

—Si se lo explicara en profundidad, no lo entendería; confórmese con esta breve imagen. Los medios y técnicas utilizadas son de gran complejidad. El esquema que se obtiene es similar a esas etiquetas con código de barras que se utilizan en la mercadería de los supermercados; hay que saber leerlas. Lo cierto es que comparando las que corresponden a las distintas muestras, se puede precisar si existe o no vínculo filiatorio. Si se analizara el material genético de un mismo individuo, las etiquetas serían idénticas.

Burán recordó:

—Entonces, ¿quedó demostrado que el semen depositado por Álvez era mío?

—Sin lugar a dudas, se recuperó el ADN de las cabezas de los espermatozoides presentes en ese material: la huella genética es la suya.

Roberto quería más datos:

—¿Cómo puede estar seguro? ¿No influye el tiempo que transcurrió?

—Doctor Burán, puedo afirmarle que su ADN es estable. Piense solamente esto: se han extraído «etiquetas» genéticas de momias egipcias... Para ellas pasaron algunos siglos, ¿no? Se progresa enormemente en esta materia; últimamente, están aplicando una versión más sofisticada aún... Se trata de los análisis moleculares en un único punto, aplicables cuando la muestra obtenida es ínfima, o se encuentra muy degradada. Pueden hacerse usando como material una mancha de sangre del tamaño de la cabeza de un alfiler, o la raíz de un cabello.

La doctora Bareilles lo interrumpió:

—Perdón, doctor Zimbrein, desearía hacerle una pregunta: ¿qué grado de certeza arroja su dictamen?

—Le responderé con cifras, hemos comparado en el caso veinte «bandas» genéticas. Podría decirle que en nuestro supuesto la posibilidad de que exista coincidencia casual, es de una en un millón, ¿les parece suficiente? Les aclaro que con el método de HLA, lo máximo que puede obtenerse, en óptimas condiciones, es un porcentaje del 98,85 % de seguridad. El que hemos aplicado nos da prácticamente la certeza absoluta. De todos modos, les informo que yo mismo utilicé el sistema de histocompatibilidad. Lo hice con la colaboración de científicos del Hospital Durand, de la ciudad de Buenos Aires, obteniendo un resultado similar. El margen de error, según ese estudio, es de un cinco por ciento... Como verán, pueden estar seguros.

Burán estaba agradablemente sorprendido, el dictamen le permitiría actuar con más energía, asumir definitivamente el rol de padre de Agustín. Expresó:

—Doctor Zimbrein, lo felicito, jamás pensé que actuaría con tanta eficiencia. Es un orgullo tener un investigador como usted en la Argentina, se ha ganado con creces sus honorarios, estoy muy satisfecho. Ya mismo le firmaré un cheque, ¿de acuerdo?

—Es lo pactado, lamentablemente todos debemos vivir, quizás lo ideal sería que estos análisis fueran gratuitos... Entre los instrumentos que le dejo, están las conclusiones de los dos instituciones norteamericanas consultadas. Las hice traducir para que sean bien interpretadas por los jueces... Me alegro de haberle sido útil, considéreme a su disposición si surge alguna duda. Les deseo mucha suerte a todos. Sé que usted será un buen padre, doctor Burán: estoy contento de haber beneficiado a su bebé. Hasta pronto...

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónAbril 2001
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