Roberto tenía cierto resquemor de comentarle a su muchacha lo que sucedía; temía que ella supusiera que había tenido relaciones con otra mujer, embarazándola. No sabía cuál podía ser su reacción y nada quería menos que afectar a su vínculo con Alicia; por eso, vaciló algunos instantes antes de comentar lo sucedido.
—¿Qué te pasa, Roberto?, ¿es grave? Te veo muy preocupado, ¿alguien de tu familia?
—No, Alicia. Una antigua conocida me acusa de haberla dejado encinta. Pide que reconozca a su futuro hijo, que me haga cargo de los gastos que tenga y que asuma la calidad de padre. La verdad es que esto me deja pasmado, hay algo que no cierra. Te puedo asegurar que nunca tuve relaciones sexuales con esa mujer. Ella trató de hacerlo con un raro empecinamiento, pero yo no quise. No me estoy mandando la parte, —dijo adelántandose a la sospecha que suponía ella iba a tener—, si hubiera sido otra, quizás me habría acostado. Con esto te quiero decir, que no estoy haciéndome el santo, pero con ella no, ¡jamás! La verdad es que me desagradaba. La atendí últimamente porque me pidió encarecidamente que perdonara una mala actitud que había tenido en el pasado. Me rogó que la asesorara en un problema familiar. Ahora veo que tenía segundas intenciones, ¡es una hija de puta!
Alicia, a medida que iba escuchando el relato de Roberto, se iba poniendo pálida, sintió en el abdomen un fuerte dolor; luego una sensación de náusea incontenible. Comprendió repentinamente que entre la insólita carta documento y el semen que había recolectado engañosamente había una directa relación.
De alguna manera, había sido el instrumento de Álvez y de la mujer que remitiera la carta. Era muy lamentable; había ensuciado la relación con el hombre que amaba, causándole un daño irreversible. Esta realidad le dolía insoportablemente, la intuía horrible, desgarrante. Se levantó lentamente de su silla, y se dirigió al baño, Roberto no comprendía lo que le estaba pasando, pensó que Alicia lo creía culpable de haber dejado preñada a Juanita. Ella no podía controlarse, sentía unos enormes deseos de vomitar. Una vez sola, devolvió todo lo que había cenado mientras lloraba amargamente.
«¿Cómo enfrentar la situación?», se preguntó la muchacha, guardar silencio era impensable. «No podré fingir frente a Roberto, no podría resistirlo, además no quiero seguir engañándolo, ahora sería imperdonable. Antes creí que no lo perjudicaría, pero ya todo es distinto; no puedo silenciar la verdad ni debo defraudar el cariño que me tiene. Roberto necesita saberlo todo, si no es así, ¿cómo podría defenderse bien? ¡Me doy asco!, tengo el alma tan sucia como este vómito que lancé al inodoro». Súbitamente todo se había ensombrecido para Alicia; sus sueños se habían disipado como volutas de humo a merced del viento, todo había acabado. Lo único que podía hacer era decirle toda la verdad, no tendría ni esperaba perdón. Estuvo encerrada en el baño más de veinte minutos. Varias veces, durante ese lapso, él le había preguntado si se encontraba bien. Salió tambaleante, mareada, sintiendo un fuerte malestar en el estómago, pero pese a su estado, decidió afrontar las circunstancias con la mayor sinceridad.
—Roberto, tengo algo que decirte. Sé que será penoso para vos, que no me querrás ver nunca más. Comprendo que lo merezco, que no tengo derecho a tu cariño, he obrado mal, pero nunca te quise hacer daño ni te engañé en cuanto a mis sentimientos. Ahora deseo ser totalmente veraz, no te ocultaré nada, pase lo que pase.
Burán se quedó paralizado, no comprendía nada; recibía otra sorpresa en esa dramática noche. Le impresionó el súbito desmejoramiento de la muchacha, su calamitoso aspecto, el llanto había hecho estragos en el maquillaje, dos largas líneas negras surcaban su rostro amarillento y desencajado.
—Roberto, no fue una casualidad que te conociera; tuve que acercarme a vos obligada por las circunstancias; un ginecólogo que vos conocés, Esteban Álvez, me lo impuso como condición. Solamente si cumplía su orden, le haría un legrado a Mabel, sabés bien que ella estaba como enloquecida, que pensaba en suicidarse, en provocarse un aborto con una aguja. El embarazo estaba avanzado, por su enfermedad y por su minoría de edad, pretendían cobrarme una fortuna. Nadie quería comprometerse, menos sin la concurrencia y autorización de mi padre; sabés que era imposible decírselo, ya papá había tenido tres infartos. No pude conseguir la plata que me pedían, aunque moví cielo y tierra. Ganaba menos de cien dólares mensuales, no tenía posibilidad de conseguir dos mil quinientos. Finalmente, Álvez me dijo que si conseguía una muestra de tu semen, le haría gratis el aborto a Mabel, con las máximas condiciones sanitarias y de seguridad. Te confieso que si el médico me hubiera pedido que me acostara con él, lo habría hecho; no habría dudado ni un instante para ayudar a mi hermana. Por eso no vacilé en tener relaciones con un desconocido; lo consideraba mi obligación, no podía optar. Álvez me explicó para qué quería la muestra que me pedía, aseguró que era para hacer una obra de bien, que de modo alguno te perjudicaría. Me dijo que se trataba de una paciente con cáncer terminal, que solamente quería saber si el hijo de ella era tuyo o del marido, nada más. En ese momento, prácticamente no sospeché, quizás porque las circunstancias no me lo permitieron. Por eso, la primera vez que hicimos el amor te pedí que usaras un preservativo. Yo le di a Álvez tu semen, pero te juro que nunca fingí con respecto a vos, desde el primer momento me sentí atraída, fue angustiante cumplir la misión. Tuve que hacerlo, pero te quiero, creeme te quiero profundamente, no deseo ocultarte nada más. No te lo dije antes, porque temía perderte. Sé que nunca más te veré, te pido perdón.
Alicia terminó su alocución, con el rostro desencajado, bañado en llanto. Roberto tenía la cabeza baja, el dolor lo desgarraba, en sus húmedos ojos asomaron dos precursoras lágrimas, comprendió que su esperma había sido utilizada para fecundar a Juanita. Esto era evidente. Sólo atinó a decir:
—¡La puta madre!, ¡por dos mil quinientos dólares mugrosos!, ¡qué país de mierda!
Se levantó despaciosamente, secando su llanto con una servilleta. Se dirigió a Alicia con amargura, experimentando hacia ella una creciente e inevitable sensación de rechazo; aspirando profundamente, dijo:
—Alicia, no tengo ganas de decirte nada, ni de analizar tus excusas, no quiero verte más... Me utilizaste, fui un verdadero imbécil. Me voy ahora mismo, regreso solo. Te dejaré dinero para que vuelvas a Mar del Plata mañana. No digas nada, quedate aquí en el comedor, yo voy a buscar mi ropa para irme. Dejaré todo aclarado en la hostería, les diré que parto por una urgencia empresarial, nadie sabrá lo que pasó. No me llames nunca más, por favor.
Roberto se levantó rápidamente y preparó su equipaje; ya habían transcurrido algunos minutos después de la medianoche, pero no podía quedarse ni un instante más, no soportaba estar en el mismo sitio con Alicia. Le resultaba imposible odiarla, pero se esforzaba por dejar de quererla. En ese momento, un pequeño ser crecía en el útero de una mujer perversa que sólo por dinero no había titubeado en inseminarse para defraudarlo alevosamente; su vida cambiaría irremediablemente, se prometió luchar, no rendirse. La relación con Alicia, que creía tan pura y desinteresada, tenía un sórdido vicio de origen. Era un doloroso golpe que le costaría asimilar. Hizo el camino hasta Zapala a gran velocidad. Esa noche la pasó en un hotel; temprano, lo primero que hizo fue telefonear a su hija Julieta. Le pidió que convocara una reunión para esa noche a las veinte horas, sería en su estudio y asistirían sus tres más íntimos amigos, todos ellos abogados. Deseaba compartir su problema, escuchar ideas, estaba abrumado, confundido. Su especialidad era el derecho contractual, poco sabía de acciones de filiación. Partió para Mar del Plata, ansiando llegar cuanto antes. Su personalidad competitiva, luchadora, afloraba a ritmo vertiginoso, se transformaba en una máquina de combate, no permitiría que se burlaran de él, pelearía con todas sus fuerzas. Un nuevo capítulo de su existencia había empezado, no desmayaría.
Copyright © | Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990 |
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Por el mismo autor ![]() | |
Fecha de publicación | Diciembre 2000 |
Colección ![]() | Narrativas globales |
Permalink | https://badosa.com/n101-40 |
Me gustó la obra: me hizo sentir deseos de seguir leyendo página a página, no sólo por la trama, también porque me sentí identificado con su protagonista, su forma de ver las relaciones, su concepto de la mujer como compañera e igual. Hay también manifestaciones sobre determinados temas (aborto, matrimonio) que comparto y me hicieron reforzar mis propias opiniones.
Soy un asiduo lector y hacía mucho tiempo que un libro no me despertaba tantas emociones. Gracias a Badosa por publicar libros así (además gratuitos).
Creo que se trata de una novela-folletín que, en cuanto atañe a aspectos judiciales, está muy bien documentada; se nota que el autor procede de la abogacía y judicatura. En el e-mail que le envié, le dije que vale más un folletín bien relatado que novela suspirada, pero no conseguida. Salut i tenis-sala.
Como escribe de lo que entiende, se le entiende todo lo que escribe. Salut i tenis-sala.
Éste ha sido un gran libro, donde el lector se va adentrando a la vida de cada uno de los personajes, es un libro bien documentado en cada uno de los temas a los que se refiere. Debo felicitar a Badosa.com por brindarnos este servicio.
Mi opinión es que es una historia excelente. Me atrapó verdaderamente leer el libro, me enseñó, comprendí lo complejo que puede ser un tema que parece tan simple. Es un orgullo tener académicos de tan alto estirpe, espero que el Dr. Ricardo Gulminelli haga otras obras tan interesantes como es Fecundación fraudulenta.
Es un libro muy interesante, muy bien planteado, que lo atrapa en su lectura de principio a fin. Lo recomiendo ampliamente.
Wonderful. I think that the story is fascinating, the situacion is provocative, and the end is surprising. Congratulations. It's a fantastic book. I'm so happy to have found it.
In my opinion, Ricardo Ludovico Gulminelli is an excellent writer... I'm from Miami Beach (Florida) and I have been studying Spanish since 1999 and I'm very happy indeed that I had the opportunity to be able to read this wonderful book. I know that I liked it because he described everything so well, as if he had lived it, and I felt very identificated. I hope to read more materials from Ricardo Ludovico Gulminelli. Thank you!
I fell in love after reading the description of the character Roberto Burán of Fraudulent Fertilisation (Episode 11). The man I am currently dating is so much like him... except, he's not an Attorney. I work with Attorneys. I'm a legal assistant... and I think Attorneys are so fascinating!
Inquietante la secretaria, se llama Estela, como mi hermana ídem de un médico... Un saludo Ricardo,
Un libro que atrapa, una historia plausible, muy bien tratado el tema, mis felicitaciones para el Dr Ricardo Gulminelli.
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