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Fecundación fraudulenta

Episodio 3

Ricardo Ludovico Gulminelli
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Ya dueño absoluto de la situación, Álvez le espetó:

—Así que me elegiste como filántropo, es gracioso. ¿Me querés decir por qué a mí? Nunca antes te había visto, venís sin un cobre, tu hermana tiene trece años, casi tres meses de embarazo y una deficiencia sanguínea. El riesgo es enorme, tus padres no pueden autorizar nada, ni siquiera enterarse. Pese a todo esto, alegremente, pretendés que me juegue el pellejo para hacerle un aborto a una niña. Decime, ¿me viste cara de estúpido, vos? Chiquita, te equivocás, lo que me pedís es temerario. No tenés derecho, estás fuera de la ley, pretendes que yo también lo esté y, lo que es peor, sin ver un mísero centavo. Con menores de edad, no quiero saber nada. Meterse con ellos es una locura. Hoy te imploran y mañana te acusan. Te repito, es imprudente, creeme.

—Doctor Álvez... En este caso no es así, se lo prometo. Mi hermana es incapaz de hacerle daño a los demás.

—No podés asegurar nada, vos bien lo sabés. Es un embarazo grande, de casi tres meses. ¿tenés idea de cómo es un feto a esa edad? Ya está bastante desarrollado, ¡es una barbaridad! A mí no me gusta hacerlo, tengo mis límites. ¡No sé cómo recién ahora buscás soluciones! ¡Las lágrimas no resuelven el problema! ¡Lo hubieran pensado antes!

Abatida, abochornada, Alicia intentó explicar los motivos de la demora.

—Doctor, mi hermana es una niña. No se atrevió a decírselo a nadie. Ni siquiera comprendía lo que le pasaba. Hace pocos días se dio cuenta, me lo contó enseguida. Desde entonces, no he cesado de buscar apoyo profesional, por desgracia, infructuosamente. ¡Le ruego la salve, doctor!

—¡Vos cómo sabés que así la salvo! ¿Y si mañana ella te echa en cara que la obligaste a abortar? Tu padre no sabe nada, ¡mañana va a ser el primero en denunciarme!

Los malos modales de Álvez, la humillaban aún más, pero no podía permitirse cejar en su empeño. Alicia siguió apelando con angustia:

—¡No, doctor!, ¡nadie lo denunciará! Mabel está desesperada, amenaza con suicidarse, continuamente repite que no quiere al bebé, dice que lo matará si nace...

Había en la voz de la muchacha un conmovedor tono de súplica, que se hacía difícil desatender. Pero Esteban Álvez estaba demasiado acostumbrado a esas escenas como para ablandarse. No era un dechado de virtudes, no se distinguía por su sensibilidad. Por el contrario, se caracterizaba por su razonamiento frío, ordenado. La profesión siempre fue para él un negocio rentable, no era un benefactor. Cuando dio una mano, lo hizo impulsado más por simpatía que por piedad. El único interés de Álvez era que la muchacha se convirtiera en su instrumento. Debía convencerla de cumplir una oscura misión, la conquista de un hombre... Roberto Burán. Eso era lo prioritario, no tenía sentido apiadarse, porque si Alicia colaboraba con él, ya estaba decidido a solucionar su problema. La muchacha no podía resistir más, era demasiada la presión que soportaba. Por un momento, Álvez deseó sacar provecho, era demasiado joven y hermosa como para no tentarse, aun para un hombre de su experiencia. Se acercó lentamente, estrechando el frágil cuello de Alicia. Ella empezó a temblar como una hoja, pero no lo rechazó; le estaba manifestando con su gesto, su absoluta disponibilidad. Sería su esclava, si era necesario. Álvez gozó esa falta de rechazo. Se dio cuenta de que Alicia estaba ilimitadamente sometida a él.

«¡Es tan hermosa!», pensó.

Bajó su diestra con lentitud, rozando fugazmente los senos de Alicia, los sintió pequeños y erguidos bajo la blusa. Luego la estrechó, sin apretarla contra su cuerpo, fueron descendiendo sus manos, acariciando el contorno de la muchacha. Alicia estaba palpitante, como un pájaro que es capturado. Él apretó delicadamente sus firmes muslos, acarició sus glúteos. Disfrutó su contacto con esa juventud que se le mostraba complaciente, obligadamente sumisa. Había estacionado su mano derecha entre las piernas de Alicia cuando advirtió que estaba llorando.

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónOctubre 2000
Colección RSSNarrativas globales
Permalinkhttps://badosa.com/n101-04
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