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Teoría de supervivencia en el Pabellón I

Daniel Benmergui
Tamaño de texto más pequeñoTamaño de texto normalTamaño de texto más grande Añadir a mi biblioteca epub mobi Permalink MapaPabellón I, Ciudad Universitaria, Buenos Aires

Es usual que se pro­duz­can con­trac­cio­nes es­pa­cio-tem­po­ra­les en edi­fi­cios en donde abun­den án­gu­los rec­tos, li­bros y te­la­ra­ñas; pero si ade­más al­ber­ga prác­ti­cas de cálcu­lo, el lugar se vuel­ve una as­pi­ra­do­ra de sin­gu­la­ri­da­des. Es pru­den­te en­ton­ces saber, en lo po­si­ble, cómo evi­tar ser víc­ti­ma de las dis­tor­sio­na­das leyes que lo rigen. Hay que tener en cuen­ta que como aquí la geo­me­tría eu­cli­dea­na es to­tal­men­te in­apli­ca­ble, tras­la­dar­se por los pa­si­llos puede re­sul­tar desorien­ta­dor. Pero como prin­ci­pio fun­da­men­tal evite pedir di­rec­cio­nes; los es­tu­dian­tes y pro­fe­so­res que pu­lu­lan en este lugar son seres ines­ta­bles que vagan en sue­ños por pla­nos pa­ra­le­los y per­pen­di­cu­la­res, des­acos­tum­bra­dos al con­tac­to so­cial y po­drían res­pon­der una in­cohe­ren­cia. Al­gu­nos in­clu­so muer­den. In­ten­te per­ma­ne­cer acom­pa­ña­do pues las ano­ma­lías sue­len evi­tar las con­cen­tra­cio­nes de gente. Por su­pues­to, el con­cep­to de gente no in­clu­ye a los por­te­ros. Bien se sabe que los por­te­ros son entes que vi­vie­ron en los pa­si­llos du­ran­te si­glos, echan­do a las ba­bo­sas ex­tra­di­men­sio­na­les que cau­san las la­gu­nas men­ta­les du­ran­te los exá­me­nes.

Cuan­do se vea obli­ga­do a vi­si­tar este lugar, pres­te aten­ción a los tubos fluo­res­cen­tes. Si los es­cu­cha zum­bar, es por­que se está por ge­ne­rar una ano­ma­lía. En este caso se re­co­mien­da eva­cuar de in­me­dia­to. Si ade­más par­pa­dean, es tarde, ha sido ab­sor­bi­do por la ano­ma­lía y, aun­que no note nada ex­tra­ño, en reali­dad se está re­tor­cien­do ho­rro­ro­sa­men­te. Si los tubos no zum­ban ni par­pa­dean, es por­que están que­ma­dos (que es lo usual).

Qui­zás usted quie­ra in­ter­nar­se en la ano­ma­lía, en­ton­ces tenga en cuen­ta que hay que tener una gran ca­pa­ci­dad de abs­trac­ción pues la con­fu­sa trama de pa­si­llos y es­ca­le­ras po­drían ha­cer­lo caer en un em­pal­me moe­bius, donde que­da­ría lo­bo­tó­mi­co. Si se pier­de de­bi­do a la au­sen­cia de in­di­ca­cio­nes evite las car­te­le­ras; las atro­ci­da­des es­cri­tas en estos pa­pe­les po­drían ha­cer­le en­trar en pá­ni­co.

Para des­pla­zar­se ver­ti­cal­men­te, uti­li­ce las es­ca­le­ras. El as­cen­sor, el cual pa­re­ce una he­la­de­ra del se­sen­ta, es real­men­te una he­la­de­ra del se­sen­ta mo­di­fi­ca­da; la cual tras años de ser­vi­cio suele su­frir sal­tos tem­po­ra­les, y es pro­ba­ble que en lugar de plan­ta baja lo deje en la era pa­leo­zoi­ca.

Si ac­ci­den­tal­men­te con­tem­pla el pi­za­rrón de un aula y le pro­vo­ca de­li­rio no se preo­cu­pe, es tem­po­ral. Ad­ver­ten­cia: la con­tem­pla­ción in­dis­cri­mi­na­da puede cau­sar lo­cu­ra irre­ver­si­ble.

Evite la bi­blio­te­ca. No hay li­bros más dia­bó­li­cos que los de cálcu­lo. No se acer­que a éstos pues exis­ten teo­rías sobre un mon­tícu­lo de re­vis­tas de No­rie­ga* que tiene la cos­tum­bre de de­vo­rar a los que se atra­san en las de­vo­lu­cio­nes. Pero si le gusta lo dan­tes­co, puede tam­bién vi­si­tar la puer­ta al in­fierno que se en­cuen­tra en el ar­ma­rio del aula nueve; pero no se cree mu­chas ex­pec­ta­ti­vas, pues las po­li­llas y cu­ca­ra­chas del pa­be­llón se co­mie­ron a todos sus ha­bi­tan­tes.

Los baños del pa­be­llón, can­sa­dos de la falta de aten­ción, tien­den a de­vol­ver más de lo que eva­cúan for­man­do la­gu­nas rep­tan­tes, y lo que acaba de des­he­char puede que lo en­cuen­tre en el hall mi­nu­tos más tarde.

Even­tual­men­te en­con­tra­rá la sala de má­qui­nas; un lugar ar­queo­ló­gi­ca­men­te in­tere­san­te. Entre los or­de­na­do­res prehis­tó­ri­cos, están los res­tos fó­si­les de aque­llos alum­nos que es­pe­ra­ban ac­ce­der a In­ter­net.

La es­ta­día pro­lon­ga­da en este lugar pro­du­ce há­bi­to. Prue­ba de esto es la re­pug­nan­te mu­ta­ción que se per­ci­be en gran parte del alum­na­do. In­clu­so hay pro­fe­so­res que en avan­za­do es­ta­do mu­ta­ti­vo, se re­pro­du­cen por mi­to­sis.

Si pres­ta aten­ción, no­ta­rá la abun­dan­te can­ti­dad de te­la­ra­ñas; re­sis­ta la ten­ta­ción de to­car­las, pues sos­tie­nen los ci­mien­tos del edi­fi­cio (por eso no se las lim­pia).

Te­nien­do en cuen­ta estas ad­ver­ten­cias y con un poco de cau­te­la, ya está en con­di­cio­nes de so­bre­vi­vir una vi­si­ta al Pa­be­llón I de Ciu­dad Uni­ver­si­ta­ria. Ahora, si ade­más pre­ten­de salir ileso, le con­ven­dría saber algo sobre cua­ter­nio­nes e in­duc­ción com­ple­ta...

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Copyright ©Daniel Benmergui, 1997
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Fecha de publicaciónFebrero 1998
Colección RSSComplicidades
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