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Del agua nacieron los sedientos

Epílogo

V. Pisabarro
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El invernal crepúsculo madrileño es deliciosamente melancólico para las jovencitas enamoradas. Se inundan sus frágiles almas con el difluente revoloteo de una pena dulce que asoma por las ventanas de sus ojos. A la que no es hermosa, esa delicada expresión de felicidad apesadumbrada, esa languidez, la hace parecer como una boba asolanada.

Una muchacha con esta mirada y algo gruesa se arrebujaba en su amplio abrigo de paño. Sentada en un banco municipal observaba cómo los últimos rayos del breve sol bañaban de oro el monumental edificio de correos, que se recortaba esplendoroso sobre el fondo muy oscuro de nubes y de noche del cielo.

Ella, una simple enamorada magnificadora de su pasión, que esperaba como las últimas tardes, en ese mismo banco, a que el objeto de su amor saliera del gimnasio donde practicaba artes marciales. Se amaban con la autenticidad de los pueriles; y para ella la mayor recompensa por la espera era sentir el húmedo beso del encuentro, un beso que la deshacía. Después cobijarse entre los brazos del joven que, con olor a linimento y a gel de baño, se sentía un hombre limpio, honesto, invencible.

El viento arremolinaba la hojarasca y se escuchaba el lamento de la decadencia alrededor de esa jovencita arrecida. Un hombre abatido de espaldas y con una gabardina oscura se sentó en el otro extremo banco. Su aspecto, su soledad, la hicieron sentirse atemorizada. Aunque el individuo parecía ignorar todo, enfrascado en la lectura de unas cartas, la numerosa concurrencia del lugar, así como el ruido del profuso tráfico, le tranquilizaron la espera. Casi consiguió olvidarle, aunque en algunos momentos emergía en su pensamiento la presencia y volvía a mirarle disimuladamente. Era un hombre ya mayor. Ahora que podía observarle mejor, con la tranquilidad de sentirse ignorada, reconoció en él, más que una amenaza, a la inerme soledad de los vencidos. Terminó su lectura y con las hojas sujetas férreamente por ambas manos, levantó la mirada al ocaso. Sus cabellos azotados por el frío viento y el brillo diamantino de sus ojos negros era lo único que sugería vida en ese cuerpo ajado y desprotegido al frío. Como perdido, se acercó un perro extremadamente delgado y olisqueó en un árbol a su lado. Él lo llamó con un siseo y el animal se acercó receloso. Lo acarició lentamente levantando del pelaje un polvo antiguo, unas partículas que doró un débil rayo de sol durante un instante, antes que las dispersara el viento. El chucho levantó la cabeza ya confiado y sus ojos se encontraron con los del hombre; entonces la chica sintió un estremecimiento, una desagradable sensación, algo así como la desolación de un astillero de desguace. El hombre se levantó y arrebujando las hojas las lanzó a una papelera, pero cayeron fuera. Le vio alejarse indiferente por el mismo camino por el que vino seguido a distancia por el renqueante perro, hasta que se fundió con la multitud en la lejanía. Los papeles rodaban caprichosamente por el piso y la muchacha temió que una ráfaga de aire con más fuerza los hiciera perderse. Dudó, pero al fin decidiéndose se levantó y los recuperó del suelo. Sentándose mientras los desdoblaba en el mismo sitio que el hombre ocupó, leyó.

Querido Fran:

Después de todos estos meses, por fin tengo noticias para ti.

Primera: el Flaquito y su mujer aparecieron muertos flotando en el mar. Fuerte, ¿verdad? Se comenta que son asuntos de drogas. De Damián no se sabe nada, desapareció. Dicen que huyó porque también querían matarle a él. Te cuento esto porque tú siempre me preguntas por ellos, pero no es por eso por lo que te mando este fax. Hay más noticias; la más importante es que estuvo Sonia en mi hotel. Llegó con tus hijos. Por cierto, están preciosos. Dice que vino a por una carta que le envió su hermana con unos españoles que estaban en La Isabela. Cuando los niños se estaban bañando en la piscina y ella estaba sentada mirándolos, la vi y me acerqué. Está más guapa, más cuidada. Tú sabes que nosotras no nos tratamos mucho, pero a pesar de eso estuvimos charlando un buen rato, sobre todo de ti. Me preguntó si yo sabía de tu paradero, que si yo tenía alguna noticia tuya. Le dije que sí, que llamabas todas las semanas precisamente preguntando lo mismo de ella. Le di el número de fax de correos donde yo te envío éstos. Dice que una carta que le diste a tu hijo mayor para ella no la pudo leer, porque al niño se le voló; cuando regresaban de Los Arenales, se detuvieron para comer algo en los balcones del Atlántico, ya sabes, en esos acantilados tan bonitos, cuando un golpe de viento le arrebató de la mano el sobre y fue a parar al mar. Dice que suponía que tú la pondrías en ésa, la manera de comunicarse contigo, que no sabía por dónde podrías andar; que conociéndote, lo mismo podías estar en la República Mameiana que en Australia. Yo le conté que estás en España, que siempre preguntas por ella; que tú también perdiste el contacto, que sufres mucho por no ver a tus hijos. Me dijo que se trasladaron a la capital, por cosa de los negocios, y dicho sea de paso, les debe ir muy bien, venía muy bien vestida y en un cochazo.

Algunas veces en la conversación se le saltaban las lágrimas cuando hablábamos de ti.

Cuando se retiraron a la habitación, me di cuenta que dejó olvidado un libro sobre la mesa en la que estábamos, lo recogí para entregárselo, pero cuando me disponía a hacerlo, veo que dentro está la carta de su hermana. Como ya sabes, soy un poco «curiosa». La leo, y después de leerla creo que lo mejor es mandártela y así lo hago. Por ella te enterarás de algunas cosas más. No sé si habré hecho bien.

No te guíes de mis predicciones porque ya no acierto una, me abandonó la intuición.

Espero que todo te vaya mejor y que consigáis por fin poneros en contacto.

Un beso,         
Nuria


Querida hermana:

Espero que estes bien. Nosotros bien por aqui G.A.D. Aprovecho que se van unos vecinos del bloque a La Isabela, les e dado tu numero de telefono para que te llamen cuando lleguen. Asi te escribo estas cuatro letras, asi te cuento como estan las cosas por aqui, sobre todo de lo ultimo que hablamos por telefono hija mia. Pero primero te cuento cosas de la familia.

El Chino esta muy contento porque los de la asociacion de vecinos por fin an entrado por el aro y an aceptado representar la obra suya, por que al principio se negaban, sobre todo un gilipollas así muy progre, con barbita que es un asqueroso. La verdad esque es una obra un poco rara por que salen algunos actores vestidos de fulbolistas y porque se titula, SI, YO SOY DEL ATLETI, ¿Y QUE? con este nombre no se lo querian dejar hacer. Pero ya sabes que el Chino es cabezota y que el queria mezclar sus dos aficiones el fulbol y el teatro.

El niño esta muy rico y muy guapo ya le llevo a la guarderia y esta muy contento. Estoy muy preocupada hija mia, fijate, el oculista ha dicho que hay que ponerle gafas, pero tu tranquila porque fue un acidente. Papa todavia sigue enfadado contigo, pero ya se le pasara, tu no hagas caso. Dice que en su familia no entran negros y que ya no eres hija, que preferia mil veces a Fran que aunque era relamido, un vago, y que estaba loco, por lo menos te queria, yo le digo que Manuel tambien te quiere y el dice, que eso no es lo importante, que lo que importa es que es negro. Dice que si volvieras el te recogeria y que olvidaria todo, que no tendrias que soportar a nadie, ni a negros ni a bagos, que para eso es un padre.

Hablando de Fran, hija mia, si tu vieras, de verdad te lo digo. Cuando le vi en el metro, soplando en un sasofonó la cucaracha, no me lo podía creer, porque sera lo que sea pero acabar así, no me lo podia creer de verdad te lo digo, hija mia. Le estube mirando un rato sin que el se diera cuenta, tocaba la Bamba y cosas así y casi nadie le daba nada. Cuando me acerque y le salude, hija mia, no veas como se puso, que si le habia quitado mil canas, que que alegria, que fueramos a tomar algo. Yo por no fastidiarle al pobrecillo pues fuimos, nos metimos en un burjer kim o como se diga. Hija mia, todo canoso y mas feo de lo que era, porque tienes que reconocer que era feo el pobre, pues si, llebaba ropa que no devia de ser suya por que le venia grande. Nada mas sentarnos me pregunto por ti y por los niños. Por que esto era lo que el queria hablar de ti, que dice que no sabe nada. Hija de verdad, tampoco hay que ser asi. El Chino me lo dijo la otra noche, Paqui no se como tu hermana es así, por que es un padre y a un padre no se le quitan a los hijos, Deberias de ponerte en contacto con el. Yo se que tu estas enfadada con el por que se llevó el dinero de la empresa, que seguro que ya no le queda nada porque si no, no estaria de musico en el metro, que tendria que haberse partido lo de la venta, como tu decias. Pero no te preocupes que yo no le he dado tu direcion ni tampoco el telefono, lo unico que le he dicho es que de vez en cuando nos llamabas y decias que los niños y tu estabais bien,

Y el, ¿Pero no te han dejado un telefono? ¿Y como les va? Y yo sin decir nada, solo que estabais bien, ¿Y sigue con ese hombre? y yo, no se, ella no nos dice nada. Y el, Claro lo que pasa es que no me quereis decir nada, llamé a vuestra casa y tu padre me mando a la mierda y que el no sabia nada.

Como le voy a decir al pobrecillo que todavia sigues con Manuel y que estas embarazada. Entonces se pondria peor de lo que se puso, y si le digo que os va tan bien y lo del Mercedes y el barco y todo eso se muere el tio, por que el dice que no levanta cabeza, que hizo de figurante en una película que trataba de locos en un manicomio y que todavia no han estrenado, que tubo un puesto en el rastro pero que no le salio bien, y que ahora asta que le salga un negocio que tiene pensado muy bueno, tiene que ir tirando tocando en el metro o con lo que sea. Dice que en cuanto junte el dinero del billete va a buscaros. Lo dicho, yo creo que deberias de ponerte en contacto con el.

Se me olvidaba, que me dijo que habia escrito un libro y que se llamaba Parteme el Corazon y que lo escribio con otro nombre, que era el de Lusi o como se diga, que quiere decir piojoso, y es verdad hija mia que de verle uno piensa que si que lo es. Yo le dije que porque no trabajaba en algo de provecho y el dijo que no quería ser un esclavo del miedo y no se cuantas cosas más. Y yo le dije que por que tenia que ser un esclavo por trabajar en algo de provecho. Porque como yo digo, mi Chino bien que trabaja sus diez horas diarias pero luego después hace lo que quiere, su teatro y todo eso.

Hablando del Chino, me ha dicho que te diga que te agradecemos mucho que nos invites a ir otra vez para alla y que nos pagues incluso los billetes pero que el no vuelve a ir a ese país, que le trae muy malos recuerdos, que prefiere que vallamos a casa de sus tios en Cercedilla, que nos veremos cuando tu nos visites, que haber si vienes hija, que tengo muchas ganas de ver a mis sobrinos, tan guapos como estan en la foto, asi, vestiditos igual y tan bonitos dalos muchos besos de nuestra parte, y de mama tambien que llora mucho la pobre por haberte hecho protestante tu y los niños, que dice que ahora sois moros.

Pues nada mas hija mia te quiero un monton. Recuerdos para Manuel tambien y haber si llamas mas.

Un besazo de tu hermana que lo es y te quiere un monton

Paqui

En el preciso instante en que finalizó la lectura, alguien tapó sus ojos con unas manos frías. Supo inmediatamente que eran las de quien ella esperaba. Le besó con un beso húmedo y preguntó por lo que leía. Ella contestó con una vocecita trémula de frío que eran unas cartas que recogió del suelo para entretenerse. El muchacho se las arrancó de las manos regañándola cariñosamente por coger porquerías del suelo. Las lanzó a la papelera y ahora sí, allí encontraron su destino. Después, abrazados, ellos también se fundieron con la multitud.

FIN
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Copyright ©V. Pisabarro, 1993
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Fecha de publicaciónAbril 1998
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