|
![]() |
Una hermana le hubiera gustado tener, o más bien un alma gemela a la que susurrarle quizás lo que veía por la noche —juntas ahuyentarían al pirata y, haciéndose las dormidas, se reirían por lo bajo en la oscuridad de su cuarto hasta que, al final, una de las dos acabaría durmiéndose de verdad—, una hermana que la distrajera de los ciervos y que le hiciese olvidar las carreteras rectas como las vías de tren —a sus espaldas se burlarían de sus primos, o las cuatro As, como ella los llamaba—, un alma gemela a la que abrazarse durante el entierro de sus padres —caminarían despacito entre tantos parientes extraños y le consolaría pensar que sus padres no sólo se le habían muerto a ella—, una hermana —se dice la camarera sin amargura, casi ilusionada— a la que invitar a café con pastas y..., pero entonces el chasquido de la puerta la distrae de sus pensamientos...
|