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El diablo en el ojo

Juan Caja
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Cuando para ver mejor me dispongo
a cortarme la comisura de los párpados
sobre la hoja de afeitar, aaah,
se refleja el horizonte, onte, onte, onte.
Jordi Pope, Escrits
Mis ojos en el espejo
son ojos ciegos que miran
los ojos con los que veo.
Abel Martín, Los complementarios
¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!
Antonio Machado, Proverbios y cantares
Dibujo de una caja
[documentación falsificada]
Se me nombra sombra y
mi apellido es hastío.
No reconozco bandera alguna y
mi pasaporte es de apátrida.
Mi credo es ser descreído y
mi ocupación es ser okupa.
Una laguna de lagartos
reside en mi nación intestinal.
Mi lengua es cáncer y
mi culo lenguado.
Mi mirada es diabólica y
mi palabra impía.
Mis papeles están mojados y
mis ojos ajados.
ME SOY UN EXTRAÑO EN MÍ MISMO
cuando me miro en los escaparates públicos
descubriendo un cuerpo ajeno de ojos enajenados
que me destripan con la mirada alucinada
reflejando un lienzo de Dorian Gray cualquiera
repleto de tumores, maldades, vestigios
de escritura de voz prestada y alquilada palabra.
Me trago a mí mismo en grageas comprimidas
cuando visito los vestíbulos de la gente cuerda
y los ojos de buey colgados en las paredes acolchadas
me devuelven la desesperanza que arrastra el otro
solitario visitante que siempre me acompaña
como si el plomo fuera letra y la cadena nombre propio
en los pasillos de muerte prematura con puertas blindadas.
Me produzco a mí mismo asco y odio en cantidades industriales
cuando la botella del miedo se escancia incesante
dentro del hueco de nada que habita el espejo
y me señala múltiple con musgo en las barbas y sin encías
que puedan morder a ese otro que pasea y babea y ensucia
mis cosas jactándose del hondo surco que deja a su paso
pensando que yo también soy un extraño desconsiderado.
LOS FURTIVOS CON CUERPOS DESTROZADOS
por las alimañas del frío sediento y el crónico temblor
se encierran en el bosque petrificado de un portal
con el ojete, el vientre y los intestinos atados
al maldito ojo del huracán líquido que destila la mugre
de la terrible angustia de animal fustigado
rodeado de buitres y cuervos almidonados
que se han percatado del miedo azul
que cubre a los otros con aliento de cartón barato
y echan al suelo monedas cargadas de nada y de todo
para que las recojan los menguados anestesiados
y las agasajen en sus senos y pelos de sexo incierto,
cargados de brazos y piernas y cabezas y huesos,
débilmente, chorreando vino por los dientes
y esputo de verbena en los adoquines de la calle
de compasión de oro, incienso y mirra,
en un gran festín de reluciente saliva
y anuncios televisivos de las sabandijas.
SE ME CAYÓ UN TROZO DE CIELO ROTO AL SUELO
matando multitudes de mendas ficticios
que me frecuentaban la carne de la mente
chorreando relámpagos por los resquicios
de las yemas de los dedos de las manos de los codos
del cosmos urbano que ya no enfoco debidamente
desde ¿el suelo? ¿el aire? ¿el vertedero? ¿el qué...?
Se me mean las calles y se me masturban las esquinas,
se me mantiene el aliento a leche agria durante
toda la madrugada drogada de delirantes pies abundantes
que flotan por la senda de baldosas multicolores
hasta que la plaza real desaparece del firmamento
de las estrellas kutres sacudida por los gendarmes
ásperos de dura uña y esparto rancio, a repartir.
Se me salen las cosas y las mujeres de los ojos enjutos
y mi yo mismo no es una excepción al jaco legendario
que me cabalga y me mece y se entremezcla y se saca la cuchara
y se riega bien el pescuezo de tinto y tinta oscura y oscuro
me tiemblan las esposas y las lunas de miel perdiendo el rumbo
divagando en extraños jeroglíficos de otro mundo
inconsciente inconsistente inherente a una paliza gris.
Se me hace de día y de noche al mismo tiempo,
no recuerdo el paso firme y demoledor de la muchedumbre,
me pierdo mentalmente nublado
y me encuentro parcialmente desteñido,
la bruma es propia del tinglado añadido a regañadientes
que me encorseta estreñido entre rastrojos de barrotes:
Todos yo y ninguno mío.
YO Y YO MISMO PASEAMOS JUNTOS DE LAS MANOS
por el camino iluminado hacia la salida de los sentidos
pero nos interrogan con silencios de repentinos estruendos,
nos amenazan con intervalos bioeléctricos de dos a una,
nos ilustran el garrote vil y bebemos jarabe de palo esclavo,
nos tuercen un ojo, nos hunden el otro y me quedo
solo.
Nada,
el ruido es irrelevante y el destino está más lejos que nunca
cuando las preguntas son negación y el recto escondrijo
de simiente espesa y orujo catatónico se me dilata
para llegar al final de la escapada:
el tercer ojo es diarrea.
Yo camino únicamente agarrado a los márgenes de este atajo
que es un muñón enlatado de cárceles imaginarias,
prisiones naturales, cojeras sentimentales, jardines artificiales
y una disfunción intrapersonal de carcajadas y muecas interiores,
que me sacuden, me desvelan y me hieren con risas de hienas
en mi desierto neuronal infinitamente habitado
por muertos y recién nacidos:
Ninguno yo y todos míos.
[libertad condicional]
Si yo fuera el Doctor Jeckyll,
invitaría a cenar a Míster Hyde.
Si la dualidad fuese mujer,
tendría cuatro tetas.
Si el Mal se come la carne,
tengo veinticinco uñas exorcistas.
Si el Diablo fuese oculista,
me clavaría un puñal retinal en la vista.
Si los ojos son el reflejo del alma,
mis quistes son la obscenidad del voyeur.
Si Dios fuese psiquiatra,
otro gallo nos cantaría.
Si la lobotomía es un regalo del Estado,
quiero manterner mi kutre cerebro intacto.
[la narcodroga en Interzona]
El comerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende el consumidor a su producto.
William S. Burroughs, The Naked Lunch

Bull Lee abrió nuestro apetito con radiaciones ultrasónicas — el viejo Lee nos explicó que el caballo de Interzona era la narcodroga — el narcotraficante portea el material en unos ojos fabricados de una aleación especial de plástico vinílico — el narcotraficante se arranca los ojos a precios vitriólicos para colocarse los recipientes en las cuencas vacías — el narcotraficante transporta hasta cinco gramos cúbicos de mierda vírica en cada ojocápsula — el narcotraficante tiene que someterse a una intervención quirúrgica para extirparse el sistema nervioso central — el narcodependiente se vierte la narcodroga en la córnea ocular directamente — los ojos no aguantan la presión de la narcodroga y suelen explotar después de severas sesiones de consumo — cuando el narcodependiente pierde los dos ojos se inyecta en la médula ósea — cuando los efectos de la narcodroga desparecen y no hay ojos ni nervios se reconvierte el paciente en un narcotraficante vírico porteador de la álgebra de la necesidad en la mirada.

[Narcoprosa entrecortada infraescrita en octubre del 2000 durante la Kaza Selvática.]
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Copyright ©Juan Caja, 2002
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Fecha de publicaciónOctubre 2002
Colección RSSTrasluz
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