https://www.badosa.com
Publicado en Badosa.com
Portada Biblioteca Poesía Sinéresis
Anterior

Los mejores pronombres (4)

José Preciado
Tamaño de texto más pequeñoTamaño de texto normalTamaño de texto más grande Añadir a mi biblioteca epub mobi Permalink Ebook
DENTRO
Sé que guardas risas más finas y más altas
dentro, sé que escondes caricias tan precisas,
besos tan minuciosos, abrazos tan habitables
dentro, que vas a hacerte tanto mi alimento
y mi casa, tanto mi aliento, que creceré por ti
mucho más allá de lo que sospecho.
Y dentro, en el centro de todo, aguardas tú,
la que eres ya para mí y la que de pronto
serás cuando yo también esté dentro de ti
y tú seas dulcemente mi centro.
ME HAS TRAÍDO TAN LEJOS, TAN ALTO,
has borrado de mi piel tantos pliegues
y has escrito con mis manos tanto
que ahora, a veces, me ocupa saber
qué hay en este que ya soy por tus manos
de aquel que hace tan poco te miraba
tan hermosa como lejana, vida
tan improbable, luz tan dolorosa.
Eras la certeza más acuciante,
la consciencia más dulce. Desperté
a tu sombra y a tu aroma. Viví
de pronto lo que casi había olvidado
que esperaba, y deshice otra vida.
Derrumbé paredes, rompí vasijas
y me proclamé nuevo. Y ahora soy
tan otro que necesito aprenderme.
Como un crío disfruto ganando
certezas: risa, ojos, manos, voz,
espuma y manzanas, hierba y rocío,
seda, agua y mimbre anudados.
Ahora te tengo, ya sé, ya soy.
(INVIERNO)
A veces siento que no te he ganado,
que no he merecido tu presencia,
que tus ojos y tu risa son de otras
miradas que veo, adivino o temo.
Disfruto de cada segundo tuyo
como un regalo dulcísimo
que no esperaba, como una sorpresa
de lluvia limpia y tibia. Con cuidado
recojo temeroso cada instante
que compartimos y celosamente
almaceno cada uno de tus brillos
bajo mi piel, al abrigo de días
oscuros que vengan para llevarte.
Camino por este verano de luces
que alientas con tu boca, recogiendo
aquello que pudiera sostenerme
cuando faltes, en inviernos de hiel
y azufre que sospecho, en heladoras
vigilias turbias que ya me amenazan.
Voy obteniendo un botín en cada beso,
hago rapiña de caricias, tomo
al descuido cada uno de tus gestos.
Robándote para tenerte siempre.
POR QUÉ (ENTRE OTRAS MUCHAS RAZONES)
Pongamos que estamos juntos,
pongámonos en la otra tarde o en la tarde
o la noche que recuerdes o que vendrá:
Hablamos, y saboreo cada una de tus sílabas,
reímos, y tu boca es un cristal donde miro
mi mejor reflejo, caminamos, vamos, venimos
de un asunto a otro, recorriendo siempre
un mundo nuestro, cercano, tranquilo, entero,
luminoso, bromeamos, comemos, bebemos
y el tiempo —mira— se hace seda y aire,
se hace casa cálida, perfumada y llena.
Te tengo ahora, te beso —respondes
tan gloriosamente—, te acaricio, abrazo
y abrazo van formando una red que nos bendice
y nos cubre: nada sobra, nada falta, no hay espinas
ni aristas ni trampas, nada es premeditado ni fingido,
nada está torcido, no hay sótanos ni azoteas
para mirar más lejos, es un cielo redondo,
es lluvia tibia, es una nube nuestra, como dices.
Pongamos que no estás y es imposible ponerlo,
porque estás siempre, de parte a parte
atravesándome como una espada de miel,
porque haga lo que haga me habitas y me consagras:
soy tu templo cuando estás lejos,
soy perfecto cuando me tienes.
30
No es éste el trigésimo poema, claro, sería casualidad,
puntería, destino. Y es una pena y una gloria también
que haga, creo, el número treinta y cinco. No está mal,
me parece, que salgamos a poema por mes, vacaciones
incluidas, desde que nos conocemos. Y no encuentro, mira
qué cosas, nada nuestro que mida treinta o pese treinta
o sepa a treinta o duela treinta. Ahora treinta no me dice
otra cosa que estos años que alcanzas en el planeta. Pero
podría enumerar treinta modos de mirarte y treinta de desearte,
treinta besos en treinta formas de tu piel, treinta veces riéndote
a mi lado, treinta veces que te has ido, treinta angustias
multiplicadas por treinta, treinta regresos celebrados
a la trigésima potencia. Y por si piensas ahora que me pierdo
en hipérboles, que deliro, que treinta veces me confundo contigo,
podría sin dudarlo enumerar treinta cosas de ti que no me gustan,
y, claro, treinta veces otras treinta que me enloquecen,
y he pensado que esas treinta espinas, algunas como agujas,
otras como espadas, muchas muy poca cosa, son el mejor regalo
de cumpleaños que puedo hacerte. Y no para que al verlas te hagas
propósitos de enmienda o, al contrario, discutas su existencia,
que sería en ti lo más probable, sino para que al verlas sepas
que las veo y que las aprecio en el sentido estricto de la palabra,
que las llevo conmigo como todo lo otro que gloriosamente te hace
y te viste, que corres por mis venas entera y como eres,
y que en mí no eres sombra ni imagen ni espuma ni nube ni símbolo
ni deseo de nada que no seas tú y que no te quiero porque quiera tenerte,
cambiarte, moverte, llevarte, inventarte, traerte, sufrirte o gozarte,
sino que te quiero.
RASTRO DE TI
Qué curiosos los nudos del corazón,
cómo acechan retorcidos, duermen
semanas, meses, falsos olvidos,
apenas alientan, como crisálidas,
con el tiempo de su lado, qué curiosos.
Y se desatan como culebras, feroces,
afiladas, cuchillas perfectas, sajan
entonces, piedad no conocen, trazan
líneas diminutas de sangre y escozor,
y se ríen del abismo que provocan: ansia.
Fueron los ojos de los otros, ojos inocentes,
ojos también conscientes, sospechados
ojos donde habitas, pupilas que te reflejan,
lágrimas que mojan tu sombra y hasta el aire
que dejas herido cuando pasas.
Envidiados ojos ajenos, ojos sin nombre,
dormidos y benditos ojos que pueden tenerte.
Malditos los míos, despiertos, vacíos, sin casa,
mis ojos huérfanos, qué tristes, mirando niebla,
ojos perdidos tras tu rastro, qué curioso.
Anterior
Tabla de información relacionada
Copyright ©José Preciado, 2001
Por el mismo autor RSS
Fecha de publicaciónJulio 2002
Colección RSSSinéresis
Permalinkhttps://badosa.com/p099
Cómo ilustrar esta obra

Además de opinar sobre esta obra, también puede incorporar una fotografía (o más de una) a esta página en tres sencillos pasos:

  1. Busque una fotografía relacionada con este texto en Flickr y allí agregue la siguiente etiqueta: (etiqueta de máquina)

    Para poder asociar etiquetas a fotografías es preciso que sea miembro de Flickr (no se preocupe, el servicio básico es gratuito).

    Le recomendamos que elija fotografías tomadas por usted o del Patrimonio público. En el caso de otras fotografías, es posible que sean precisos privilegios especiales para poder etiquetarlas. Por favor, si la fotografía no es suya ni pertenece al Patrimonio público, pida permiso al autor o compruebe que la licencia autoriza este uso.

  2. Una vez haya etiquetado en Flickr la fotografía de su elección, compruebe que la nueva etiqueta está públicamente disponible (puede tardar unos minutos) presionando el siguiente enlace hasta que aparezca su fotografía: mostrar fotografías ...

  3. Una vez se muestre su fotografía, ya puede incorporarla a esta página:

Aunque en Badosa.com no aparece la identidad de las personas que han incorporado fotografías, la ilustración de obras no es anónima (las etiquetas están asociadas al usuario de Flickr que las agregó). Badosa.com se reserva el derecho de eliminar aquellas fotografías que considere inapropiadas. Si detecta una fotografía que no ilustra adecuadamente la obra o cuya licencia no permite este uso, hágasnoslo saber.

Si (por ejemplo, probando el servicio) ha añadido una fotografía que en realidad no está relacionada con esta obra, puede eliminarla borrando en Flickr la etiqueta que añadió (paso 1). Verifique que esa eliminación ya es pública (paso 2) y luego pulse el botón del paso 3 para actualizar esta página.

Badosa.com muestra un máximo de 10 fotografías por obra.

Badosa.com Concepción, diseño y desarrollo: Xavier Badosa (1995–2018)