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Fuera de compás

Capítulo 32

La mente prisionera

Ana María Martín Herrera
Tamaño de texto más pequeñoTamaño de texto normalTamaño de texto más grande Añadir a mi biblioteca epub mobi Permalink MapaLas calles estrechas y silenciosas de Antón Martín, Madrid

La semana ha transcurrido inmóvil, sin avances ni retrocesos. Lena tiene la sensación de que su mente ha permanecido prisionera desde el último día que estuvo con Julio. No ha pensado en su futuro ni ha organizado los asuntos para abandonar Madrid. El hecho de que Julio no lo sepa todavía le impide recrearse en el proyecto. Piensa que se lo tiene que comunicar enseguida y, a la vez, lo imagina y le produce una pereza agobiante. Pero debe librarse de la desazón y hablará con él esta misma noche. Lo hace. Le expone el ofrecimiento enfatizando la importancia que tiene para su profesión que hayan pensado en ella.

Julio ha enmudecido. Ha tragado saliva varias veces mientras la escuchaba. Lena tiene la impresión de que la ha absorbido el túnel del tiempo y la ha arrojado a la adolescencia. Vagamente recuerda la sensación culpable al haber pensado por su cuenta desatando sufrimientos en la familia.

—Parece que te molesta lo que es bueno para mí —le dice.

—Tú no sabes todavía si será bueno para ti —contesta Julio con amargura—. Sólo estás viendo el lado fantástico del asunto. No te das cuenta de que aquello se puede convertir en una jaula. Tú eres demasiado independiente para adaptarte a las normas de una institución. Te molestará que evalúen tus clases, no podrás tratar a cada alumno de la forma que tú creas conveniente sino de la forma que ellos, con sus teorías científicas de la enseñanza, te ordenen. Aquí eres la dueña de tu estudio y de tu vida. Esas ambiciones internacionales no van contigo. No te entiendo Lena, no te entiendo...

Lena no quiere hablar de Fernando.

—Julio, casi tengo cuarenta años. No sé... vendería el alma por pertenecer a un proyecto... —Lena iba a añadir: a una familia. Pero se ha contenido extrañada ella misma de este pensamiento.

—Siempre estarás igual, Lena. En ningún lugar encontrarás lo que buscas, hay algo de piedra en tu interior que hace desconfiar.

La frase de Julio ha sido un golpe estrellado en su estómago. Lena se encoge en la butaca.

—No quería ofenderte, Lena —Julio rompe el silencio—. Me hiere que no hayas pensado en lo nuestro. ¿No lamentas siquiera un poco que nos separemos?

—No he pensado que vayamos a separarnos —susurra Lena—. Seguiríamos viéndonos, no todas las semanas, claro, pero, en realidad, sólo nos separaría un rato de vuelo.

—Necesito que me des una prueba, Lena, porque, si no, voy a enfermar. Retrasa ese proyecto, sólo te pido que lo retrases hasta el próximo otoño; dame tiempo para hacerme a la idea. Utiliza una disculpa, si de verdad les importas la admitirán.

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Copyright ©Ana María Martín Herrera, 2009
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Fecha de publicaciónAbril 2012
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