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Fecundación fraudulenta

Episodio 58

Ricardo Ludovico Gulminelli
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Roberto, al ver su reacción, tuvo miedo de haberse propasado, se sintió turbado, temeroso de haberla ofendido de algún modo. Le dijo:

—Perdóneme, doctora —volviendo a llamarla así como retrotrayéndose al trato inicial—, no quise incomodarla, se lo aseguro.

—Roberto —dijo ella llamándolo por primera vez por su nombre—, no se aflija por favor... Usted no tiene la culpa, no ha dicho nada malo... Lo que pasa es que no puedo superar las enseñanzas que me impartieron durante la niñez, ni mis condicionamientos genéticos.

Ambos rieron efusivamente, un imperceptible puente se había tendido entre ellos, ninguno de los dos pensaba en ese momento en cruzarlo, en llegar al otro extremo, al fin del camino. La caminata, el mero tránsito, eran en sí mismos suficientemente gratificantes. Ese contacto inicial, el conocerse, el juego dialéctico tan elevado que podían permitirse, resultaba placentero.

«No recuerdo haber disfrutado tanto un diálogo con una mujer, como el de esta noche», pensó Roberto. «Es apasionante conocer a Rocío, iluminar sus zonas reservadas. Tiene magnetismo, personalidad. Parece menos apasionada que Alicia, pero no sé, tal vez no sea así, quizás buceando un poco... Cuando se acaloró parecía un volcán a punto de entrar en erupción, tiene mucho fuego dentro, aunque lo disimule. Sería bueno explorarla...»

«Me gusta, me atrae», pensó Rocío.

Antes de dejarla en su casa, Roberto la invitó a tomar algo en un café que estaba en la misma cuadra. Recién en ese momento le preguntó:

—Perdón, Rocío, ¿no sería razonable que nos tuteáramos? Nos podemos permitir esa licencia... Seguiremos respetándonos, ¿no es cierto?

—Por supuesto, Roberto, de ahora en más, así debe ser... No me parece razonable que, habiendo sido tan confidentes, conversemos como extraños. Para mí ha sido muy gratificante poder hablar con vos, estoy en un momento muy importante de mi vida.

—¿En qué sentido, Rocío? ¿En cuanto a los afectos? ¿Estás al borde de un cambio importante? Me gustaría que me lo contaras...

—Te lo voy a decir, para que entiendas mi comportamiento y la causa de mi malestar en el restaurante. Estoy llegando al final de un largo proceso, comprendiendo por fin que he perdido mucho tiempo. Esta concienciación es reciente, pero tiene raíces lejanas, doce años aproximadamente. En aquel entonces, conocí a un muchacho que noviaba con una amiga de mi hermano mayor, Sebastián se llamaba. Creo que me enamoré de él, o quizás simplemente me encapriché; nunca llegaré a saberlo con seguridad... Tal vez hubiera sido el amor de mi vida, pero lo cierto es que lo rechacé porque no era una relación clásica. En ese momento yo tenía veintitrés años y él treinta y siete. La diferencia de edad me parecía abismal. Sebastián afirmaba que me quería, pero necesitaba tiempo para solucionar las cosas con su novia, tenían ya fijada la fecha de su casamiento. No quise enemistarme con ella, ni complicarme la vida soportando los reproches de mi familia. Lo cierto es que lo rechacé rotunda, enérgicamente, no acepté sus ruegos ni me permití escuchar la voz de mi corazón. Él sabía que yo lo quería, o que al menos sentía algo parecido al amor y no se resignaba a perderme. A esa edad yo creía que el futuro sería fácil, que estaría lleno de apasionados romances, sin tantas complicaciones. Lo despedí duramente, sin darle derecho a réplica, le impedí que insistiera. Él aceptó finalmente mi rechazo, lo único que hizo fue entregarme una carta. Apenas la leí, no me pareció nada especial. Pero vos fijate lo que son las cosas, hace una semana la encontré en un viejo cajón. Fue una experiencia conmovedora, como si un soplo del ayer me embriagara. Cuando volví a leer su mensaje, comprendí cuán equivocada había vivido.

—¿Qué te había escrito?, ¿que te quería?

—Mirá, Roberto, la llevo conmigo... Desde que la encontré no la he podido dejar: la guardo como un símbolo de mi ceguera, de mi frialdad. ¿Querés que te la lea?

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Copyright ©Ricardo Ludovico Gulminelli, 1990
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Fecha de publicaciónFebrero 2001
Colección RSSNarrativas globales
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