Fecundación fraudulenta

Silencio en la línea....

—Papi, ¿estás ahí?

Roberto había quedado atónito, enmudecido.

«No puedo creerlo», pensó, «esta maldita otra vez...» Reaccionó aparentando tranquilidad:

—Chiquita, a ver, leeme la carta por favor. Esperá que busco una birome...

Su hija le leyó:

—Fue remitida desde Mar del Plata hace dos días. El texto es:

De mi consideración: Me dirijo a Ud. en representación de la Sra. Juana Artigas, cumpliendo sus expresas instrucciones, a los efectos de manifestarle:

a) Que Ud. ha tenido con mi clienta, una relación sentimental, que nacida hace varios años, se continuó recientemente.

b) Que por consecuencia de la vinculación mencionada, mi clienta se encuentra en un estado de gravidez de aproximadamente siete meses.

c) Asegura mi mandante que Ud. se niega a reconocer su paternidad.

d) En base a lo expuesto, le comunico lo siguiente:

1) Que lo intimo para que dentro del plazo de cinco días de recibida la presente se expida sobre la situación, aclarando en forma terminante qué conducta piensa seguir. Deberá concretamente precisar si acepta o desconoce su paternidad.

2) También lo intimo en nombre de mi representada para que contribuya a proveer la asistencia económica que resulte necesaria para la atención del embarazo, así como para que oportunamente se solventen los gastos del parto, ya que mi mandante carece de obra social que cubra estos rubros.

3) Finalmente y, por anticipado, también lo insto a que oportunamente reconozca su paternidad, inscribiendo en su momento, su reconocimiento en el Registro Provincial de las Personas y que, por ende, cumplimente todos los deberes de asistencia familiar, derivados de su calidad de padre.

e) En caso de negativa, o de respuesta omisiva, aclárole que me veré obligado a proceder por la vía judicial, reclamando el reconocimiento de la filiación y solicitando la realización de pruebas biológicas para demostrarla. Sin más, saludo a Ud. atentamente, siendo la presente último aviso.

Doctor Sebastián Allegri.

Roberto terminó de copiar, sin poder evitar un ligero temblor en su mano; por ese motivo, su escritura estaba casi ilegible; se despidió de su hija con un murmullo que reflejaba su turbación.

—Julietita, no te preocupes, esto es un invento, una fábula. No pasa nada, voy a regresar pronto, yo te avisaré cuándo. Tengo tiempo para contestar, no pienses más en esto. No me puede perjudicar, chau... Cuidate, por favor.

Ella, muy inquieta, solo atinó a decir:

—Chau, papá, te ruego que me informes si algo pasa, no dejes de hacerlo... Te quiero mucho y te espero.

Y cortó. Todo era sorprendente, Roberto no entendía nada, no encontraba una explicación, comenzó a estudiar cada posibilidad.

«Parece disparatado», pensó, «aunque mi instinto me dice que algo de cierto debe existir, Juanita no se arriesgaría estúpidamente. Ella me visitaba, trataba de aparentar intimidad conmigo, varios me hicieron bromas por ello, lo recuerdo bien. Una vez se desarregló la ropa, como si hubiera estado abrazándose conmigo. ¿Qué estaría tramando esta perra? ¡Suerte que no me acosté con ella!, si lo hubiera hecho, ahora estaría perdido, ¿se habrá vuelto loca? Debe de ser eso; de otra manera no tendría explicación su actitud. Debo calmarme, en última instancia, solamente se tratará de un escándalo más. A esta altura de mi vida eso me tiene sin cuidado, no me importa lo que puedan decir.»

Ya más sereno, retornó a la mesa en la cual Alicia lo esperaba inquieta, había visto que se ponía nervioso, que anotaba trémulo lo que su hija le dictaba, algo extraño pasaba y presentía que no era nada bueno.

Roberto se sentó serio y pensativo, suspiró largamente y le dijo a Alicia:

—Lamentablemente tengo problemas, es sorprendente, ¡jamás lo habría imaginado!, no lo vas a creer...