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Pastel de manzana

Juan Carlos Montilla
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Chipsleeper Twilight asomó su carita redonda y pecosa por la puerta entreabierta del cuarto de baño.

—Mami, voy a casa de la señora Pilcher a llevarle un trozo de pastel de manzana.

—De acuerdo, cariño; pero no tardes mucho... Y ten cuidado.

Chipsleeper Twilight fue hasta la cocina y tomó de la mesa el envoltorio de papel de aluminio que contenía el trozo de pastel de manzana para la señora Pilcher. Dongdiling, dongdiling, se fue corriendo y saltando, atravesó su lindo jardín y salió a la calle. Pasó junto a la casa de los Babbock, que preparaban una barbacoa, y aprovechó para sacarle la lengua a Fatcreepycat, el gato gordo y horrible que se alimentaba con la grasa que chorreaba de la barbacoa.

—Eres una niña odiosa, Chipsleeper Twilight —le dijo la señora Babbock—, y no me extrañaría que terminases en la barriga de un comunista.

Sumamente enojada, Chipsleeper Twilight se transformó en un negro con radiocassette al hombro y, a ritmo de rap, comenzó a cantar:

—«Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma...»

Cuando llegó a «Los comunistas consideran indigno ocultar sus ideas y propósitos. Proclaman abiertamente que sus objetivos sólo pueden ser alcanzados derrocando por la violencia todo el orden social existente...», los Babbock, incluido el gato, se retorcían por el suelo echando espumarajos por la boca.

Chipsleeper Twilight, de nuevo pequeña, sonrosada y pecosa, continuó su camino.

Un poco más adelante vio a Gerald Mudtreader chapoteando en el barro.

—Yo solía ser un niño muy limpio —le dijo a Chipsleeper Twilight— hasta que comprendí que así no iba a ninguna parte. La familia es la familia. Ya sabes lo que quiero decir.

Chipsleeper Twilight no sabía lo que Gerald Mudtreader quería decir, pero no le hizo mucho caso porque estaba pendiente de un par de tipos que pasaban por la acera de enfrente. Eran un hombre delgado con sombrero y gabardina y otro que, curiosamente, vestía el uniforme reglamentario de la Gendarmerie francesa. El francés dijo «Tócala otra vez, Sam», lo que hizo que el de la gabardina quedase perplejo. No obstante, se recuperó rápidamente y respondió «Creo que éste puede ser el comienzo de una gran amistad». Un europeo cincuentón que pasaba por allí comenzó a babear de gusto. Se oyó el ruido de un avión al despegar y Chipsleeper Twilight siguió su camino.

Estaba ya en la entrada del jardín de la señora Pilcher.

Cuando llegó hasta la puerta de la casa comprobó que estaba entreabierta. No obstante, recordando su buena educación, llamó.

—Señora Piiiilcher —dijo.

Pero no contestó nadie, de modo que empujó la puerta y entró. Todo estaba patas arriba, los muebles destrozados y un montón de ejemplares del Reader´s Digest por el suelo. En una de las paredes del pasillo, pintada en letras rojas, Chipsleeper Twilight pudo leer la palabra MURDER y debajo de ella, en caracteres más pequeños, IN GOD WE TRUST. Chipsleeper Twilight se acercó hasta el horrible graffiti para comprobar que, efectivamente, estaba escrito con sangre, posiblemente del grupo AB. Al pie de las escaleras pudo ver una mano solitaria y ensangrentada y unos metros de intestino delgado colgando de la barandilla. Chipsleeper Twilight temió lo peor. Entró en la cocina y allí vió confirmadas sus sospechas: la cabeza de la señora Pilcher reposaba sobre la mesa y por el suelo, esparcidos, estaban los trozos restantes de su cuerpo. Chipsleeper Twilight hizo un mohín de enfado, golpeó el suelo con su piececito y exclamó:

—¡Oh, señora Pilcher, ya no podrá decirme cómo quedó mi pastel de manzana!

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Copyright ©Juan Carlos Montilla, 1997
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Fecha de publicaciónNoviembre 1997
Colección RSSComplicidades
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